declaró lo siguiente: “Había estado fuera de casa tres días, que pasé en Bristol, y acababa
de regresar la mañana del pasado lunes, día 3. Cuando llegué, mi padre no estaba en casa
y la doncella me dijo que había ido a Ross con John Cobb, el caballerizo. Poco después
de llegar, oí en el patio las ruedas de su coche; miré por la ventana y le vi bajarse y salir a
toda prisa del patio, aunque no me fijé en qué dirección se fue. Cogí entonces mi escopeta
y eché a andar en dirección al estanque de Boscombe, con la intención de visitar las
conejeras que hay al otro lado. Por el camino vi a William Crowder, el guarda, tal como
él ha declarado; pero se equivocó al pensar que yo iba siguiendo a mi padre. No tenía ni
idea de que él iba delante de mí. A unas cien yardas del estanque oí el grito de ¡cui!, que
mi padre y yo utilizábamos normalmente como señal. Al oírlo, eché a correr y lo encontré
de pie junto al estanque. Pareció muy sorprendido de verme y me preguntó con bastante
mal humor qué estaba haciendo allí. Nos enzarzamos en una discusión que degeneró en
voces, y casi en golpes, pues mi padre era un hombre de temperamento muy violento. En
vista de que su irritación se hacía incontrolable, lo dejé, y emprendí el camino de regreso
a Hatherley. Pero no me había alejado ni ciento cincuenta yardas cuando oí a mis
espaldas un grito espantoso, que me hizo volver corriendo. Encontré a mi padre
agonizando en el suelo, con terribles heridas en la cabeza. Dejé caer mi escopeta y lo
tomé en mis brazos, pero expiró casi en el acto. Permanecí unos minutos arrodillado a su
lado y luego fui a pedir ayuda a la casa del guardés del señor Turner, que era la más
cercana. Cuando volví junto a mi padre no vi a nadie cerca, y no tengo ni idea de cómo se
causaron sus heridas. No era una persona muy apreciada, a causa de su carácter frío y
reservado; pero, por lo que yo sé, tampoco tenía enemigos declarados. No sé nada más
del asunto:”
»El juez instructor: ¿Le dijo su padre algo antes de morir? »El testigo: Murmuró
algunas palabras, pero lo único que entendí fue algo sobre una rata.
»El juez: ¿Cómo interpretó usted aquello?
»El testigo: No significaba nada para mí. Creí que estaba delirando.
»El juez: ¿Cuál fue el motivo de que usted y su padre sostuvieran aquella última
discusión?
»El testigo: Preferiría no responder.
»El juez: Me temo que debo insistir.
»El testigo: De verdad que me resulta imposible decírselo. Puedo asegurarle que no
tenía nada que ver con la terrible tragedia que ocurrió a continuación.
»El juez: El tribunal es quien debe decidir eso. No es necesario advertirle que su
negativa a responder puede perjudicar considerablemente su situación en cualquier futuro
proceso a que pueda haber lugar.
»El testigo: Aun así, tengo que negarme.
»El juez: Según tengo entendido, el grito de culi era una señal habitual entre usted y su
padre.
»El testigo: Así es.
»El juez: En tal caso, ¿cómo es que dio el grito antes de verle a usted, cuando ni
siquiera sabía que había regresado usted de Bristol?
»El testigo (bastante desconcertado): No lo sé.
»Un jurado: ¿Novio usted nada que despertara sus sospechas cuando regresó al oír
gritar a su padre y lo encontró herido de muerte?
»El testigo: Nada concreto.
»El juez: ¿Qué quiere decir con eso?
»El testigo: Al salir corriendo al claro iba tan trastornado y excitado que no podía
pensar más que en mi padre. Sin embargo, tengo la vaga impresión de que al correr vi
algo tirado en el suelo a mi izquierda. Me pareció que era algo de color gris, una especie
de capote o tal vez una manta escocesa. Cuando me levanté al dejar a mi padre miré a mi
alrededor para fijarme, pero ya no estaba.
»––¿Quiere decir que desapareció antes de que usted fuera a buscar ayuda?
»––Eso es, desapareció.