»Había una doble línea de pisadas de un hombre con botas, y una segunda línea,
también doble, que, como comprobé con satisfacción, correspondían a un hombre con los
pies descalzos. Por lo que usted me había contado, quedé convencido de que pertenecían
a su hijo. El primer hombre había andado a la ida y a la venida, pero el segundo había
corrido a gran velocidad, y sus huellas, superpuestas a las de las botas, demostraban que
corría detrás del otro. Las seguí en una dirección y comprobé que llegaban hasta la
ventana del vestíbulo, donde el de las botas había permanecido tanto tiempo que dejó la
nieve completamente pisada. Luego las seguí en la otra dirección, hasta unos cien metros
sendero adelante. Allí, el de las botas se había dado la vuelta, y las huellas en la nieve
parecían indicar que se había producido una pelea. Incluso habían caído unas gotas de
sangre, que confirmaban mi teoría. Después, el de las botas había seguido corriendo por
el sendero; una pequeña mancha de sangre indicaba que era él el q VR