de mundo de pies a cabeza, que ha estado en todas partes y lo ha visto todo, conversador
brillante y con un gran atractivo personal. Sin embargo, cuando pienso en él fríamente,
lejos del encanto de su presencia, estoy convencido, por su manera cínica de hablar y por
la mirada que he advertido en sus ojos, de que no se puede confiar en él. Eso es lo que
pienso, y así piensa también mi pequeña Mary, que posee una gran intuición femenina
para la cuestión del carácter.
»Y ya sólo queda ella por describir. Mary es mi sobrina; pero cuando falleció mi
hermano hace cinco años, dejándola sola, yo la adopté y desde entonces la he considerado
como una hija. Es el sol de la casa..., dulce, cariñosa, guapísima, excelente
administradora y ama de casa, y al mismo tiempo tan tierna, discreta y gentil como puede
ser una mujer. Es mi mano derecha. No sé lo que haría sin ella. Sólo en una cosa se ha
opuesto a mis deseos. Mi hijo le ha pedido dos veces que se case con él, porque la ama
apasionadamente, pero ella le ha rechazado las dos veces. Creo que si alguien puede
volverlo al buen camino es ella; y ese matrimonio podría haber cambiado por completo la
vida de mi hijo. Pero, ¡ay!, ya es demasiado tarde. ¡Demasiado tarde, sin remedio!
»Y ahora que ya conoce usted a la gente que vive bajo mi techo, señor Holmes,
proseguiré con mi doloroso relato. »Aquella noche, después de cenar, mientras
tomábamos café en la sala de estar, les conté a Arthur y Mary lo sucedido y les hablé del
precioso tesoro que teníamos en casa, omitiendo únicamente el nombre de mi cliente.
Estoy seguro de que Lucy Parr, que nos había servido el café, había salido ya de la
habitación; pero no puedo asegurar que la puerta estuviera cerrada. Mary y Arthur se
mostraron muy interesados y quisieron ver la famosa corona, pero a mí me pareci ;2