Test Drive | Page 315

¡No hará usted eso! Lo haré respondió fríamente el capitán Nemo . Abs-téngase de juzgarme, señor. La fatalidad va a mostrarle lo que no debería haber visto. Me han atacado y la respuesta será terrible. ¡Baje usted! ¿Qué barco es ése? ¿No lo sabe? Pues bien, tanto mejor. Su nacionalidad, al menos, será un secreto para usted. ¡Baje! El canadiense, Conseil y yo no podíamos hacer otra cosa que obedecer. Una quincena de marineros del Nautilus ro-deaban al capitán y miraban con un implacable sentimiento de odio al navío que avanzaba hacia ellos. Se sentía que el mis-mo espíritu de venganza animaba a todos aquellos hombres. Descendí en el momento mismo en que un nuevo proyec-til rozaba otra vez el casco del Nautilus, y oí gritar al capitán: ¡Tira, barco insensato! Prodiga tus inútiles obuses. No escaparás al espolón del Nautílus. Pero no es aquí donde de-bes perecer, no quiero que tus ruinas vayan a confundirse con las del Vengeur. Volví a mi camarote. El capitán y su segundo se habían quedado en la plataforma. La hélice se puso en movimiento y el Nautilus se alejó velozmente, poniéndose fuera del al-cance de los obuses del navío. Pero la persecución prosiguió y el capitán Nemo se limitó a mantener la distancia. Hacia las cuatro de la tarde, incapaz de contener la impa-ciencia y la inquietud que me devoraban, volví a la escalera central. La escotilla estaba abierta y me arriesgué sobre la plataforma. El capitán se paseaba por ella agitadamente y miraba al buque, situado a unas cinco o seis millas a sota-vento. El capitán Nemo se dejaba perseguir atrayendo al bu-que hacia el Este. No le atacaba, sin embargo. ¿Dudaba tal vez? Quise intervenir por última vez. Pero apenas interpelé al capitán Nemo, me impuso el silencio. -Yo soy el derecho, yo soy la justicia me dijo . Yo soy el oprimido y ése es el opresor. Es por él por lo que ha perecido todo lo que he amado y venerado: patria, esposa, hijos, pa-dre y madre. Todo lo que yo odio está ahí. ¡Cállese! Dirigí una última mirada al buque de guerra que forzaba sus calderas. Luego me reuní con Ned y Conseil. ¡Huiremos! -les dije.