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lo que entiendes por un «buen año», en las circunstancias en que nos encontramos. ¿Es el año que debe poner fin a nuestro cau-tiverio o el año que verá continuar este extraño viaje? A fe mía, que no sé qué decirle al señor. Cierto es que es-tamos viendo cosas muy curiosas, y que, desde hace dos me-ses, no hemos tenido tiempo de aburrirnos. La última mara-villa es siempre la mejor, y si esta progresión se mantiene no sé adónde vamos a parar. Me parece a mí que no volveremos a encontrar nunca una ocasión semejante. Nunca, Conseil. Además, el señor Nemo, que justifica muy bien su nom-bre latino, no es más molesto que si no existiera. Dices bien, Conseil. Yo pienso, pues, mal que le pese al señor, que un buen año sería el que nos permitiera verlo todo. ¿Todo? Quizá fuera entonces un poco largo. Pero ¿qué piensa de esto Ned Land? Ned Land piensa exactamente lo contrario que yo. Es un hombre positivo, con un estómago imperioso. Pasarse la vida mirando y comiendo peces no le basta. La falta de vino, de pan, de carne, no conviene a un digno sajón familiariza-do con los bistecs, y a quien no disgusta ni el brandy ni la gi-nebra en proporciones moderadas. -No es eso lo que a mí me atormenta, Conseil, yo me aco-modo muy bien al régimen de a bordo. Igual que yo respondió Conseil . Por eso, yo quiero permanecer aquí tanto como Ned Land quiere fugarse. Así, si el año que comienza no es bueno para mí, lo será para él y recíprocamente. De esta forma, siempre habrá alguno satis-fecho. En fin, y para concluir, deseo al señor lo que desee el señor. Gracias, Conseil. únicamente te pediré que aplacemos la cuestión de los regalos y que los reemplacemos provisional-mente por un buen apretón de manos. Es lo único que tengo sobre mí. Nunca ha sido tan generoso el señor respondió Conseil. Y el buen muchach