y de vuestros valores morales, estáis solucionando los
vuestros.
13. Y algunos de ellos han solucionando muchos más arduos
problemas que los que habéis solucionado vosotros que los
miráis con desprecio.
14. Sí; ellos son pecadores y reconocen su culpa, mientras que
vosotros sois culpables, pero sois suficientemente astutos para
tener una corteza pulimentada que cubra vuestra culpa.
15. Supongamos que vosotros, los que despreciáis a estas
cortesanas, a estos borrachos y a estos ladrones, los que
conocéis que sois puros en el corazón y en la vida, los que sois
tan superiores a lo que ellos son, os pusierais de pie para que
los hombres puedan saber exactamente lo que sois.
16. El pecado está en el deseo, no en el acto.
17. Vosotros codiciáis las riquezas de otras gentes; miráis
formas encantadoras y en el fondo de vuestros corazones
tenéis lujuria con ellas.
18. Practicáis diariamente el engaño, y deseáis oro, honores y
fama, exclusivamente para vosotros.
19. El hombre codicioso es ladrón, la mujer lasciva es
cortesana. Vosotros, que no sois ni lo uno ni lo otro, hablad.
20. Nadie habló: los acusadores se mantuvieron silentes.
21. Y Jesús dijo. Las pruebas de este día son todas en contra de
los acusadores.
22. El puro de corazón no acusa. El vil de corazón que quiere
ocultar su culpa con la cortina santa de la piedad, está siempre
aborreciendo al borracho, al ladrón y a la cortesana.
23. Este aborrecimiento y este desprecio es un sarcasmo,
porque si se pudiera arrancar los ropajes de oropel de la
reputación, encontraríamos que el profesor de voz tonante se
goza en su lascivia, en su farsa y en muchas formas de pecado
secreto.
24. El hombre que pasa su vida arrancando las malezas de otras
gentes no puede tener tiempo para arrancar las suyas propias, y
todas las flores selectas de la vida pronto se ahogan y mueren,
y nada queda sino espinos y malezas.
25. Y Jesús habló una parábola y dijo: mirad que un campesino
tenía grandes terrenos y granos maduros, y al observar, notó
que muchas espigas de trigo se habían doblado y quebrado.
26. Y al enviar a los cegadores les dijo: no salvéis espiga alguna
de trigo que se haya quebrado.