Capítulo 134
Jesús enseña en el templo. Sus palabras irritan a las autoridades del
templo. Nicodemus le defiende. Pasa la noche en oración en el Monte
de los Olivos. Al día siguiente otra vez enseña en el templo. Le traen a
una adúltera para que la juzgue.
1. En el último día de la fiesta y mientras la gente estaba en los
patios, Jesús dijo:
2. Todo el que tenga sed puede venir a mí y beber.
3. Quien cree en mí y en el Cristo que Dios ha enviado, puede
beber la copa de la vida y de lo más íntimo de su ser fluirán
arroyos de agua viviente.
4. La Santa Respiración le hará sombra y respirará la
Respiración y hablará las palabras y vivirá la vida.
5. Las gentes estaban divididas en sus opiniones respecto a él.
Algunos decían: Este hombre es profeta del Dios viviente.
6. Y otros decían: Es el Mesías que nuestros profetas decían
que vendría.
7. Y otros decían: No puede ser el Cristo, pues viene de Galilea;
el Cristo debe venir de Belén donde David vivió.
8. Otra vez los sacerdotes y los fariseos enviaron a sus oficiales
a traerle ante la justicia para que de cuenta de su vida; pero
cuando regresaron no lo trajeron,
9. Los gobernantes de la sinagoga enfurecidos dijeron: ¿Por
qué no prendisteis a ese hombre y le trajisteis al Tribunal?
10. Los oficiales contestaron: Nunca hemos oído a un hombre
hablar como él habla.
11. Los fariseos en ira, se pusieron de pié y dijeron: ¿Habéis
enloquecido? ¿Habéis sido influenciados por él y por el error?
¿Sois discípulos de este hombre?
12. ¿Hay alguno de los gobernantes del templo o de los fariseos
que crea en él? La plebe, sí. Ellos pueden creer. Ellos son unos
malditos. Ellos no saben nada.
13. Pero Nicodemus avanzó hacia los gobernantes del templo y
les dijo: ¿Pueden los jueces judíos juzgar a un hombre y
sentenciarle sin oírle su defensa? Permitid a Jesús que se
defienda ante el Tribunal.
14. Los gobernantes dijeron: Este Jesús es un astuto. Si le
permitimos que se defienda, nos responderá cara a cara y las
multitudes se reirán de nosotros y se pondrán de su lado.