Inmunología
En el sentido más amplio, Inmunología se refiere a todos los mecanismos de defensa que el cuerpo puede
movilizar para combatir una invasión extraña. La piel y
sus estructuras son formidables obstrucciones que se
oponen a la penetración y la proliferación de virus y bacterias. El sudor y otras secreciones tienden a mantener
un pH bajo en la superficie epidérmica, lo cual desalienta
la propagación de muchos patógenos (organismos que
provocan enfermedades). En la superficie de la piel y
dentro de muchas de las grietas y conductos del cuerpo
habita la flora natural, integrada por bacterias afines cuyas poblaciones se mantienen mutuamente bajo control;
estas bacterias no sólo se limitan unas a otras, sino que
además actúan como barreras que obstaculizan el desarrollo de microorganismos extraños.
Las estructuras internas contiguas a todos los orificios del cuerpo están recubiertas por una capa de moco
protector que no sólo funciona como lubricante, sino además atrapa a los organismos invasores, que son excretados posteriormente. De hecho, las secreciones presentes
en conductos tubulares como los lagrimales son bactericidas (matan a las bacterias).
En caso de que la fortaleza epidérmica llegue a ser
penetrada, pueden iniciarse varias respuestas internas,
las cuales constituyen el repertorio de sistemas de defensa del cuerpo. En particular, los virus estimulan ¡a
producción de Interferones, pequeñas proteínas sintetizadas por una célula que fue atacada por el virus. Al fijarse a las células vecinas, los interferones bloquean la
formación de las proteínas del virus y, de ese modo, las
protegen contra la invasión viral.
Los interferones también han sido señalados como
posibles agentes anticancerosos, aunque hasta ahora los
resultados de las investigaciones no han permitido demostrar su eficacia como inhibidores de la proliferación
cancerosa.
16.1
SISTEMAS INMUNES HUMANOS
Los sistemas inmunes constan de defensas cuya acción
es muy específica. El entorno anatómico en que actúa
este sistema de defensa incluye los vasos linfáticos, los
ganglios linfáticos esponjosos, los leucocitos de la sangre
y la médula ósea y el timo. La respuesta inmune es mediada casi enteramente por dos tipos de linfocitos: linfocitos Β y linfocitos T. Ambos tipos se derivan de las
células linfocíticas de la médula ósea; luego son procesados (los linfocitos Τ en el timo y los linfocitos Β en la
médula ósea) y finalmente se alojan en los tejidos linfoides del cuerpo. Durante la respuesta inmune a los agentes extraños, los linfocitos Β se dedican principalmente a
la producción de proteínas globulares llamadas anticuerpos; este proceso constituye la respuesta humoral. En
el segundo tipo de respuesta inmune, llamada respuesta
celular, los linfocitos Τ inician el ataque contra los cuerpos extraños mediante diversos tipos celulares. En ambos tipos de respuesta, la entidad invasora es
identificada gracias a sus antígenos. Cada toxina u organismo posee compuestos químicos únicos, que no están
presentes en ninguna otra entidad; esos son los antígenos. Por lo general se trata de proteínas, polisacáridos
voluminosos o poliproteínas de gran tamaño, que a menudo se localizan en la superficie de los organismos unicelulares. En el cuerpo humano existe un anticuerpo
específico casi para cada antígeno.
RESPUESTA HUMORAL
Lo s anticuerpos son proteínas globulares codificadas por
genes específicos. También se conocen como inmunoglobulinas debido a sus características globulares y a su
asociación con la respuesta inmune. Constan de cuatro
cadenas polipeptídicas (Fig. 18.1). Dos de esas cadenas
son muy largas y se denominan cadenas pesadas; por
lo general, éstas son idénticas. Las dos cadenas restantes, llamadas cadenas ligeras, son cortas y también poseen estructuras idénticas. Cada una de las cuatro
cadenas, que están unidas entre sí por medio de puentes
de disulfuro (—S—S—), poseen una región constante
que es característica para cada clase de anticuerpo y una
región variable, la cual les confiere la especificidad necesaria para corresponder a cada uno del millón o más