Test Drive | Página 69

70 Anastasio Ovejero Bernal Fruncir el ceño, rascarse una oreja o introducir los pulgares en los bolsillos... forman parte de todo un mundo de expresiones de ese enigmático ser que es el hombre; descubrir toda esa gama de colores que adornan y refuerzan allá donde nuestras palabras no tienen lo suficiente riqueza para expresar un sentimiento, una emoción, constituye una parte significativa de la investigación del psicólogo de la comunicación (Pinazo y Musitu, 1993, pág. 77). Pero, ¿qué es lo que puede ofrecernos la comunicación no verbal (CNV) que no revele la verbal? La CNV proporciona una información más fiable en situaciones en las que no podemos confiar en lo que se está comunicando con palabras, bien porque quien habla se propone engañarnos intencionadamente, o bien porque ha bloqueado o reprimido la información que deseamos conocer. En todo caso, la CNV no debería ser estudiada como una unidad aislada, sino como una parte inseparable del proceso global de la comunicación, dado que siempre puede ocurrir en el tiempo de modo simultáneo, con anterioridad o posterioridad a la emisión de la conducta verbal, pero nunca de forma totalmente independiente de ella. En cuanto a la definición de la CNV, entre los pocos que se han atrevido a explicitarla está Corrace (1980) para quien se trata del «conjunto de medios de comunicación existentes entre individuos vivos que no usan lenguaje humano o sus derivados no sonoros (escritos, lenguaje de sordomudos, etc.)». Por su parte, Mehabian (1972), muy certeramente, distingue en la definición un sentido restringido, según el cual la CNV hace referencia a un conjunto de comportamientos no lingüísticos, como gestos, posturas corporales, etc., y un sentido más amplio, según el cual la CNV incluye algunos aspectos mucho más sutiles del lenguaje, como errores lingüísticos, entonación, etc. Sin embargo, a pesar de su enorme importancia, gran parte de los seres humanos no son conscientes de que existe este sutil y elaborado sistema de comunicación. Hay de hecho tres razones que explican esta situación (Pinazo y Musitu, 1993, págs. 84-85): a) Los mensajes actúan inconscientemente: muchos de los mensajes corporales se comunican por debajo de nuestro nivel habitual de conciencia. Actúan en la mente subconscientemente, ejerciendo una poderosa influencia en cómo pensamos, sentimos y nos comportamos, sin que nunca seamos conscientes de qué es lo que está produciendo exactamente estas reacciones; b) Demasiados mensajes: la segunda barrera que impide reconocer la importancia del lenguaje no verbal, es la asombrosa cantidad de información que proporciona. Con tanta información potencialmente disponible, sólo podemos llegar a prestar atención a un fino fragmento del total; y c) Descuidamos su importancia: Mehrabian (1972) ha calculado que solamente el 7 por 100 de lo que captamos procede de lo que realmente se dice, el 38 por 100 viene del tono de voz en que se dice y el 55 por 100 de las señales del lenguaje no verbal. La importancia del lenguaje no verbal también la ha puesto de relieve Birdwhistell (1979) estimando que cuando dos personas conversan, menos de una tercera parte de la comunicación es verbal mientras que más del 65 por 100 es no verbal.