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50 Anastasio Ovejero Bernal psicología matemática dará una gran importancia a la matemática para la formación del psicólogo, mientras que si suspende en psicobiología tenderá a dar poca importancia a la biología para la formación de los psicólogos. Cuanto más favorablemente nos percibimos a nosotros mismos en alguna variable (por ejemplo, inteligencia o sinceridad) más utilizaremos esa variable a la hora de juzgar a los demás (Lewicki, 1983). Si una prueba de cualquier clase, incluso un horóscopo, nos favorece, entonces la creeremos más y la evaluaremos más positivamente (Glick y cols., 1989). Así, si salgo airoso en un test de inteligencia tenderé a creer que los test de inteligencia son pruebas más fiables y más válidas que si salgo mal parado en esa prueba. Otra consecuencia de este sesgo es que solemos caer en lo que Weinstein llama optimismo ilusorio acerca de los acontecimiento futuros de la vida. Por ejemplo, los sujetos de Weinstein se percibían a sí mismos con mayor probabilidad que sus compañeros de obtener un buen trabajo, tener un buen salario y poseer una casa, y con muchas menos probabilidades de experimentar acontecimientos negativos, como tener algún problema con el alcoholismo, ser despedido de su trabajo, etc. En la misma línea, encontró Abrams (1991) que la mayoría de los adolescentes estudiados afirmaban tener mucha menos probabilidad que sus compañeros de ser infectados por el virus del SIDA. Y lo grave es que este optimismo ilusorio aumenta nuestra vulnerabilidad, ya que nos lleva a no tomar las precauciones necesarias. Así, las estudiantes universitarias sexualmente activas, que no utilizan anticonceptivos de manera habitual, se perciben a sí mismas, en comparación con otras mujeres de la misma universidad, como mucho menos vulnerables al embarazo no deseado (Burger y Burns, 1988). En la misma dirección se coloca el falso consenso, que consiste en la tendencia a sobrestimar la medida en que las propias expectativas, juicios y opiniones son compartidas por otras personas. Solemos encontrar apoyo (ilusorio) para nuestras opiniones y para nuestras conductas sobreestimando el grado o el número en que los demás están de acuerdo con nosotros (Mullen y Goethals, 1990). Es más, cuando fracasamos en algún objetivo, pensamos que muchos otros están en nuestra misma situación. Pero cuando tenemos éxito es más frecuente el efecto opuesto: el sesgo de falsa particularidad (Goethals y cols., 1991), que, en palabras de Myers, es la tendencia a subestimar el carácter común de las habilidades y las conductas deseables o exitosas de uno mismo. Si hago algo mal en seguida pienso que todo el mundo lo hace; si, en cambio, hago algo bien, creo ser el único que lo hago. Con ello, obviamente, mi autoestima subirá. En definitiva, la gente tiende a ver sus defectos como normales y, en cambio, sus virtudes como raras. Por otra parte, llamamos estilo atribucional a una forma habitual de responder a cuestiones sobre causalidad. Si se me permite la expresión, diré, para entendernos, que si un sesgo era un error sistemático, un estilo atribucional sería un sesgo sistemático. Pues bien, a la utilización sistemática del sesgo de autoservicio se le llama estilo atribucional egótico. Aunque, como ya hemos dicho, este estilo atribucional está muy generalizado, sin embargo, no se da en todos los individuos. Por el contrario, existen perso-