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448 Anastasio Ovejero Bernal positividad del sujeto o a la fuerza restrictiva de las condiciones del medio, sobre todo del medio social? Según Giddens (1987), mientras que los teóricos de la acción social han centrado su atención en la reflexibilidad del comportamiento sin haber desarrollado ninguna idea de la estructura social, el estructuralismo y el funcionalismo tienden a caracterizar la conducta como el resultado mecánico derivado de un proceso de reproducción de estructuras sociales preexistentes. Pues bien, «las posturas representadas por ambos modelos teóricos no son, sin embargo, incompatibles. Junto a una concepción del comportamiento humano en la que se destaca el carácter intencional y propositivo del mismo y en la que los actores sociales tienen la capacidad de dirección reflexiva de su acción y el conocimiento de las condiciones sociales en las que aquélla se desarrolla, también es posible una interpretación estructural en la que se tengan en cuenta los condicionamientos y constricciones institucionales que facilitan el cambio o reproducción de la estructura social» (Álvaro, 1995, pág. 94). Y es que, como dice Eberle (1993, pág. 1), «la psicología no puede ser otra cosa que psicología social. Los mundos subjetivos no pueden ser separados de los procesos en cuyo seno son construidos, comunicados y mantenidos..., las identidades personales no pueden ser separadas de la estructura social en la cual son constituidas». Por consiguiente, individuo y sociedad son dos caras de la misma moneda, que están, por tanto, inextricablemente unidas. «La definición de la psicología social por la articulación de lo psicológico y lo social es una afirmación mantenida por muy diversos autores y que responde a las inquietudes que dan origen a esta ciencia. Esta perspectiva articuladora no es, sin embargo, diferenciadora de modo excluyente de la psicología social; es, en realidad, una característica de todas las ciencias sociales» (Crespo, 1995, pág. 22). Tal como señala Thomson (1984, página 148), «el problema de la relación entre individuo y sociedad, entre la acción y la estructura social, yace en el corazón de la teoría social y de la filosofía de la ciencia social». El objeto de la psicología social, concluye Crespo, no es, por tanto, un objeto claramente delimitado. El énfasis excesivo en la delimitación objetual sólo obedece a requisitos formales de territorialidad académica. Es perfectamente aceptable la definición del objeto de la psicología social que se hace en la corriente europea, y que, según Páez y colaboradores (1992, pág. 119), se concibe como «la articulación entre lo social y lo individual a partir de los procesos de interacción y de representación intra e intergrupos». La cuestión está, por una parte, en cómo concebir esa articulación, y, por otra, en el concepto de interacción que fundamenta tal articulación. Así pues, ¿qué es realmente la psicología social? La respuesta, en principio, es fácil: es la disciplina que estudia el comportamiento social humano. Sin embargo, dadas las connotaciones mecanicistas que suele tener el término comportamiento o, más aún, conducta, creo conveniente sustituirlo por el de acción: la psicología social estudiaría, entonces, la acción humana, dado que la acción inc