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Anastasio Ovejero Bernal
positividad del sujeto o a la fuerza restrictiva de las condiciones del medio,
sobre todo del medio social? Según Giddens (1987), mientras que los teóricos de la acción social han centrado su atención en la reflexibilidad del
comportamiento sin haber desarrollado ninguna idea de la estructura
social, el estructuralismo y el funcionalismo tienden a caracterizar la conducta como el resultado mecánico derivado de un proceso de reproducción
de estructuras sociales preexistentes. Pues bien, «las posturas representadas
por ambos modelos teóricos no son, sin embargo, incompatibles. Junto a
una concepción del comportamiento humano en la que se destaca el carácter intencional y propositivo del mismo y en la que los actores sociales tienen la capacidad de dirección reflexiva de su acción y el conocimiento de
las condiciones sociales en las que aquélla se desarrolla, también es posible
una interpretación estructural en la que se tengan en cuenta los condicionamientos y constricciones institucionales que facilitan el cambio o reproducción de la estructura social» (Álvaro, 1995, pág. 94). Y es que, como
dice Eberle (1993, pág. 1), «la psicología no puede ser otra cosa que psicología social. Los mundos subjetivos no pueden ser separados de los procesos en cuyo seno son construidos, comunicados y mantenidos..., las identidades personales no pueden ser separadas de la estructura social en la
cual son constituidas». Por consiguiente, individuo y sociedad son dos
caras de la misma moneda, que están, por tanto, inextricablemente unidas.
«La definición de la psicología social por la articulación de lo psicológico y
lo social es una afirmación mantenida por muy diversos autores y que responde a las inquietudes que dan origen a esta ciencia. Esta perspectiva articuladora no es, sin embargo, diferenciadora de modo excluyente de la psicología social; es, en realidad, una característica de todas las ciencias
sociales» (Crespo, 1995, pág. 22). Tal como señala Thomson (1984, página 148), «el problema de la relación entre individuo y sociedad, entre la
acción y la estructura social, yace en el corazón de la teoría social y de la
filosofía de la ciencia social». El objeto de la psicología social, concluye
Crespo, no es, por tanto, un objeto claramente delimitado. El énfasis excesivo en la delimitación objetual sólo obedece a requisitos formales de territorialidad académica. Es perfectamente aceptable la definición del objeto
de la psicología social que se hace en la corriente europea, y que, según
Páez y colaboradores (1992, pág. 119), se concibe como «la articulación
entre lo social y lo individual a partir de los procesos de interacción y de
representación intra e intergrupos». La cuestión está, por una parte, en
cómo concebir esa articulación, y, por otra, en el concepto de interacción
que fundamenta tal articulación.
Así pues, ¿qué es realmente la psicología social? La respuesta, en principio, es fácil: es la disciplina que estudia el comportamiento social
humano. Sin embargo, dadas las connotaciones mecanicistas que suele
tener el término comportamiento o, más aún, conducta, creo conveniente
sustituirlo por el de acción: la psicología social estudiaría, entonces, la
acción humana, dado que la acción inc