El método en las ciencias sociales: cómo investigar…
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rir de la del experimentador, lo que introduce importantes sesgos; y
3) Implicaciones sobre el futuro de la psicología social: «A largo plazo, el uso
del engaño tiene evidentemente algo de autodestructor. Mientras prosigamos con investigaciones de esta clase, nuestros eventuales sujetos se harán
cada vez más advertidos y nosotros cada vez menos capaces de satisfacer
las condiciones que nuestros procedimientos experimentales exigen. Además, mientras prosiga este tipo de investigaciones, nuestros eventuales sujetos desconfiarán cada vez más de nosotros, y nuestras relaciones con ellos
correrán el riesgo de degradarse en el futuro. Nos encontramos, pues, ante
la paradoja siguiente: cuanto más avanza nuestra investigación, más se va
haciendo difícil y dudosa» (Kelman, 1967, pág. 315).
Por último, no quisiera terminar este capítulo sin mencionar otra de las
cuestiones cruciales en las que tampoco son ya defendibles los supuestos
positivistas. Me refiero a la creencia del positivismo en una ciencia libre de
valores, que queda perfectamente resumida en estas palabras de Ferdinard
Tönnies, pronunciadas en nombre de la Sociedad Alemana de Sociología:
«Los sociólogos no estamos a favor ni en contra del socialismo, ni a favor
ni en contra de la expansión de los derechos de la mujer, ni a favor ni en
contra de la mezcla racial.» Esta postura resulta, además de inaceptable,
realmente insostenible, pues los científicos no pueden de ninguna manera
abandonar ni siquiera olvidar sus prejuicios, sus valores y su ideología
cuando investigan. Como señala Proctor (1991), la filosofía de una ciencia
libre de valores, que tuvo su mayor auge a mitad del presente siglo de la
mano del positivismo, no es actualmente sostenible. Más claramente aún lo
dice Tomás Ibáñez (1992, pág. 24) al afirmar que «cada cual puede participar de las opciones políticas que considere más convincentes, pero nadie
puede escudarse detrás de la ingenua afirmación de que se limita a investigar las cosas tal y como son y a presentar sin más los resultados que ha
encontrado». Eso no es posible. De ahí que todo científico deba preocuparse por conocer las consecuencias queen el futuro podrían tener sus
investigaciones.
Sin embargo, de todo lo anterior no se deduce que la experimentación
sea inútil o irrelevante como forma de investigación social. Experimentos
como los de Asch, Sherif, Milgram, Festinger o Zimbardo, han contribuido
al desarrollo de la psicología social. Sí he querido, no obstante, señalar
algunos de los problemas del experimento como instrumento de análisis de
la realidad social. «Los experimentos tienen ciertamente una utilidad, pero
ésta queda limitada a sugerir “ideas” para la investigación, o a comprobar
si alguna hipótesis merece ulteriores desarrollos, y nunca para demostrar la
legitimidad de determinados planteamientos teóricos, ni para demostrar
que se tiene razón en defensa de una postura teórica» (Ibáñez, 1991, página 63). Es decir, los experimentos pueden seguir siéndonos útiles, pero «lo
que parece estar radicalmente fuera de su alcance es sencillamente
producir conocimientos válidos, contrastar la validez de las teorías, y
mucho menos fundar sobre bases sólidas el conocimiento psicosocial» (Ibáñez, 1990, pág. 268).