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El método en las ciencias sociales: cómo investigar… 439 rir de la del experimentador, lo que introduce importantes sesgos; y 3) Implicaciones sobre el futuro de la psicología social: «A largo plazo, el uso del engaño tiene evidentemente algo de autodestructor. Mientras prosigamos con investigaciones de esta clase, nuestros eventuales sujetos se harán cada vez más advertidos y nosotros cada vez menos capaces de satisfacer las condiciones que nuestros procedimientos experimentales exigen. Además, mientras prosiga este tipo de investigaciones, nuestros eventuales sujetos desconfiarán cada vez más de nosotros, y nuestras relaciones con ellos correrán el riesgo de degradarse en el futuro. Nos encontramos, pues, ante la paradoja siguiente: cuanto más avanza nuestra investigación, más se va haciendo difícil y dudosa» (Kelman, 1967, pág. 315). Por último, no quisiera terminar este capítulo sin mencionar otra de las cuestiones cruciales en las que tampoco son ya defendibles los supuestos positivistas. Me refiero a la creencia del positivismo en una ciencia libre de valores, que queda perfectamente resumida en estas palabras de Ferdinard Tönnies, pronunciadas en nombre de la Sociedad Alemana de Sociología: «Los sociólogos no estamos a favor ni en contra del socialismo, ni a favor ni en contra de la expansión de los derechos de la mujer, ni a favor ni en contra de la mezcla racial.» Esta postura resulta, además de inaceptable, realmente insostenible, pues los científicos no pueden de ninguna manera abandonar ni siquiera olvidar sus prejuicios, sus valores y su ideología cuando investigan. Como señala Proctor (1991), la filosofía de una ciencia libre de valores, que tuvo su mayor auge a mitad del presente siglo de la mano del positivismo, no es actualmente sostenible. Más claramente aún lo dice Tomás Ibáñez (1992, pág. 24) al afirmar que «cada cual puede participar de las opciones políticas que considere más convincentes, pero nadie puede escudarse detrás de la ingenua afirmación de que se limita a investigar las cosas tal y como son y a presentar sin más los resultados que ha encontrado». Eso no es posible. De ahí que todo científico deba preocuparse por conocer las consecuencias queen el futuro podrían tener sus investigaciones. Sin embargo, de todo lo anterior no se deduce que la experimentación sea inútil o irrelevante como forma de investigación social. Experimentos como los de Asch, Sherif, Milgram, Festinger o Zimbardo, han contribuido al desarrollo de la psicología social. Sí he querido, no obstante, señalar algunos de los problemas del experimento como instrumento de análisis de la realidad social. «Los experimentos tienen ciertamente una utilidad, pero ésta queda limitada a sugerir “ideas” para la investigación, o a comprobar si alguna hipótesis merece ulteriores desarrollos, y nunca para demostrar la legitimidad de determinados planteamientos teóricos, ni para demostrar que se tiene razón en defensa de una postura teórica» (Ibáñez, 1991, página 63). Es decir, los experimentos pueden seguir siéndonos útiles, pero «lo que parece estar radicalmente fuera de su alcance es sencillamente producir conocimientos válidos, contrastar la validez de las teorías, y mucho menos fundar sobre bases sólidas el conocimiento psicosocial» (Ibáñez, 1990, pág. 268).