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Anastasio Ovejero Bernal
donde el significado, la consciencia, la finalidad, los juicios finales y de
valor tienen un lugar que no es posible tener en una psicología considerada
como una ciencia natural... En la consciencia no existen relaciones causales,
existen relaciones significativas y simbólicas y reversibles entre las representaciones». De hecho, ya Lakatos había pronunciado la oración fúnebre
sobre la «revolución del rigor» en ciencia y en filosofía al afirmar que si
dicha revolución exige que en el altar del rigor sacrifiquemos todo aquello
que realmente nos interesa, ha llegado el momento de prestar más atención
a lo que nos interesa, olvidando el rigor. Lo que realmente sorprende es
que la mayoría de los psicólogos no se hayan dado cuenta aún de ello y
sólo algunos, por regla general psicólogos sociales, lo hayan hecho, aunque
hace relativamente poco. La razón de tal estado de cosas tal vez resida en
que, como sostiene Feyerabend, las teorías científicas son mucho más que
meras formas de organizar y ordenar los datos; realmente son formas de
mirar el mundo. Y lo que cuesta es mirar el mundo de una forma muy distinta a como nos han enseñado a mirarlo y a como estamos acostumbrados
a hacer. Sin embargo, en psicología social y sus aledaños cada vez son más
numerosos, aunque ciertamente aún minoritarios, quienes apuestan por
una perspectiva psicosociológica del mundo diferente a la tradicional
(Billig, Gergen, Ibáñez, Sampson, Wexler, etc.), haciendo ya una metapsicología que vaya deconstruyendo las hasta ahora tenidas por verdades inamovibles e incuestionables. Y es que, como afirma Gergen (1987, pág. 2):
durante los últimos tiempos se está haciendo cada vez más evidente que
los fundamentos empiricistas de la ciencia se están agrietando profundamente. El despliegue de los datos empíricos para justificar y evaluar las
proposiciones teóricas está dejando de ser loable. Y en la medida en que
es así, el criterio tradicional para medir el valor de una teoría ya no sirve.
Por tanto, deben considerarse las teorías de conocimiento alternativas
con criterios alternativos para evaluar las proposiciones teóricas.
Todo ello se refleja también en las posturas más recientes en la sociología y la psicología social de la ciencia, particularmente en las posturas postkuhnianas (véase Jiménez Burillo, 1997), caracterizadas por una serie de
rasgos entre los que destacan estos tres: 1) Principio del relativismo, que
afirma que no hay ningún criterio universal que garantice la verdad de una
proposición o la racionalidad de una creencia. Todos los procesos de producción, validación y cambio del conocimiento científico son el resultado
de procesos de interacción social entre científicos o entre éstos y el medio
social circundante; 2) Principio del construccionismo, según el cual el conocimiento científico es una representación que no proviene directamente de
la realidad, ni es un reflejo literal de ésta. Así, no puede esperarse siquiera
una interpretación idéntica de los mismos fragmentos de evidencia, pues la
experiencia no es neutral, sino dependiente, y varía según el contexto
social, los aprendizajes, la cultura, etc. Por tanto, el conocimiento y en
buena medida la realidad se consideran socialmente construidas; y 3) Principio de causación social, según el cual la actividad científica no la llevan a