El giro posmoderno y las orientaciones alternativas:…
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psicología social, provocando el surgimiento y el progresivo desarrollo de
perspectivas teóricas nuevas que, creo, podemos llamar posmodernas, y
que consideraban que la psicología social es una retórica más de la verdad,
cuya garantía de validez ya no descansa en el método utilizado sino en las
consecuencias que tiene, en los efectos que produce y en las prácticas
sociales a que lleva. Como escribe Ibáñez (1994, págs. 10-11), «la afirmación de que “esto es verdadero en función de su procedencia”, sea esta
procedencia el Método, o bien la autoridad religiosa, o bien tal o cual doctrina, debe ser sustituida por “esto es aceptable en función de sus efectos”». En esta tarea, algunos psicólogos sociales posmodernos han puesto
sus ojos en Foucault porque él proporciona un marco para mostrar los sesgos ideológicos y las relaciones de poder que se esconden en el discurso
sociopsicológico. En consecuencia, el reto de la psicología social, actualmente, no es producir conocimiento irrebatible, sino, como señala Ibáñez,
ir consiguiendo que todas las personas puedan preguntarse, con Foucault,
cuando alguien afirma que lo que dice es «científico»: ¿qué efectos de
poder está persiguiendo? Y es que, también en psicología social, la posmodernidad nos ha despertado del auténtico «sueño dogmático» y nos ha
hecho ver que tanta ilusión con la ciencia y su método, con las verdades
inapelables e irrefutables, con el progreso irrefrenable, etc., no era sino un
sueño infantil, el maravilloso sueño de los Reyes Magos. La posmodernidad
supone, pues, la mayoría de edad de la humanidad, con los inconvenientes
y las ventajas que ello tiene. Por una parte, abandonar las ingenuas creencias e ilusiones de la infancia, pero, por otra, ganar en espacios de libertad,
aunque ello, obviamente, posee también sus riesgos (véase Fromm, 1941).
Ahora bien, «abandonados los referentes absolutos, la psicología social
sólo puede encontrar su propia justificación en la labor crítica que sea
capaz de desarrollar» (Ibáñez, 1994, pág. 11), labor crítica que tendría
como finalidad ir debilitando las condiciones de dominación sobre las que
se asientan la explotación y la marginación que no sólo no han terminado
con el progreso científico, sino que éste las ha incrementado hasta niveles
absolutamente inaceptables. Pues bien, esta psicología social posmoderna
ya se está construyendo. La verdad es que cuando hablamos de psicología
o psicología social posmodernas nos referimos a algo sumamente heterogéneo. Ya el propio concepto de posmoderno es poco concreto, pues supone
una mezcla, a veces extraña, entre fuerzas críticas a la modernidad y,
menos, nuevas propuestas para una nueva sociedad, que incluyen aspectos
optimistas y pesimistas. Y en psicología social, la oferta es aún más variopinta, desde los intentos de reconstruir la disciplina (Armistead, 1974) hasta
los de desconstruirla (Parker y Shotter, 1990), pasando por una psicología
social como análisis del discurso (Parker, 1992; Potter, 1997; Potter y Wetherell, 1987) o como una retórica (Bilig, 1987), hasta la propuesta de una
psicología social explícitamente posmoderna y socioconstruccionista (Gergen, 1992a, 1992b, 1996; Roiser, 1997; Wetherell y Maybin, 1996). Por
consiguiente, aunque la llamada psicología posmoderna esté siendo fuertemente criticada (Smith, 1994; Morgan, 1996), sin embargo está produ-