Cómo percibimos a las otras personas: la cognición social
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bución de su atención, siempre de acuerdo con sus objetivos y metas»
(Fiske, 1993, págs. 182-183).
Es más, tan importante es para nuestras relaciones interpersonales el
cómo percibamos a los otros, que tendemos a hacernos una impresión de
las demás personas lo antes posible. ¿Por qué? Para saber a qué atenernos.
Nuestro mundo social es muy complejo y necesitamos conocer a las demás
personas para maximizar los beneficios y minimizar los costos de nuestras
relaciones con ellas. Por ejemplo, un alumno que el primer día de clase
deseara decirle al profesor que la mayoría de los días no podrá asistir a sus
clases, necesitará saber si puede comunicarle esa información o si será mejor
dejarlo para más adelante. Y para ello le será muy útil hacerse una impresión de ese profesor lo antes posible. Pero nos hacemos nuestras impresiones
de los demás con el mayor número de datos que podamos. De ahí la importancia que tienen los primeros momentos de las relaciones interpersonales.
Por ejemplo, cuando llega a un centro un profesor nuevo, estaremos muy
atentos a todas las señales e informaciones que directa o indirectamente nos
digan algo de él. Por eso, a veces no resulta fácil olvidar cómo iba vestido
ese profesor la primera vez que lo vimos o alguna cosa que nos contó en la
primera clase. Estas dos características de la formación de impresiones nos
lleva a que, en ocasiones, incluso nos hagamos una impresión de otra persona en pocos minutos, segundos o hasta al «primer golpe de vista». ¿No
nos ha ocurrido alguna vez que cuando nos presentan a alguien a quien no
conocemos en absoluto, ya adelantamos la mano para saludarle y estrechar
la suya con cierto sentimiento de agrado o de desagrado? Es que ya nos
habíamos hecho una impresión, positiva o negativa, de esa persona.
En definitiva, tendemos a hacernos una impresión de los demás lo antes
posible pero con el mayor número de datos que podamos. Y no suelen ser
pocos los datos de que disponemos de los demás ya en los primeros instantes de la interacción, ya que la comunicación no verbal, los estereotipos
(profesionales, sexuales, etc.) o las teorías implícitas de la personalidad nos
proporcionan muchos.
En conclusión, aunque el hombre ha avanzado increíblemente en algunos campos (industria militar, genética, cirugía, etc.), sin embargo en aspectos psicológicos lo ha hecho muy poco, ni en las relaciones interpersonales
ni en nuestro pensamiento social (percepción social, memoria, etc.). Por el
contrario, con enorme facilidad nos formamos y mantenemos creencias falsas. Y todo hace suponer que en la cotidianeidad de la vida social esas ilusiones o falsas creencias son aún más fuertes y generales que lo encontrado
en los estudios de los que aquí hemos informado, casi siempre experimentales. Y lo que es peor, las impresiones, interpretaciones y creencias falsas
que nos formamos pueden tener graves consecuencias, algunas de las cuales hemos mencionado en este capítulo. Ahora bien, nuestras formas de
pensamiento son adaptativas, y con frecuencia los errores son un producto
secundario de nuestras estrategias para simplificar la complejísima información que recibimos. Más aún, incluso nuestros sesgos cognitivos son también adaptativos, aunque, desde luego, no todos.