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Anastasio Ovejero Bernal
cido procedimiento de en serie o en cadena, ya utilizado antes por Bartlett
y antes aún por el alemán Stern: un sujeto veía una diapositiva proyectada
sobre una pantalla, y debía describir a otro sujeto, vuelto de espaldas a la
pantalla, lo que estaba viendo, quien, a su vez, se lo contaba al siguiente, y
éste a otro, y así sucesivamente hasta un total de, generalmente, ocho o
diez sujetos. Fruto de estas investigaciones Allport y Postman enunciaron
las siguientes tres leyes básicas de la transmisión del rumor: a) Ley de la
Nivelación: a medida que el rumor se transmite, tiende a acortarse y a
hacerse más conciso; b) Ley de la Acentuación: consiste en la percepción,
retención y narración selectiva de un limitado número de detalles de un
contexto mayor, es decir, a pesar de que el mensaje se acorta, sin embargo,
algunos detalles particulares se mantienen a través de toda transmisión e
incluso se acentúan; y c) Ley de la Asimilación: consiste en un fenómeno
gestáltico según el cual los sujetos reorganizan los contenidos dándoles
«buena forma» y haciéndoles congruentes con el tema central, todo ello en
función de las propias características del sujeto.
Por último, y a pesar de que resulta imposible y, tal vez, ni siquiera
aconsejable, controlar o reducir el rumor, sin embargo, sí se han hecho
intentos, siguiendo las siguientes estrategias, que a mí, personalmente, me
parecen de poca eficacia (Knapp, 1944, págs. 35-37): 1) Ofrecer exacta y
completa información a través de los medios regulares de comunicación;
2) Fomentar la confianza en los dirigentes de la sociedad; 3) Difusión
máxima y rápida de noticias importantes, procurando que esa información
llegue a todo el mundo; y 4) Organizar campañas contra los rumores.
En suma, tres parecen ser las conclusiones finales generales que pueden establecerse acerca del rumor: en primer lugar, la inexistencia de una
satisfactoria definición del rumor, ya que las habituales pueden aplicarse
también a comunicaciones que no son rumores. En segundo lugar, hay
que desechar la opinión de que el rumor es algo patológico, a menos que
se le contraponga a un modelo puro ideal de comunicación aséptica en la
que acontece un simple intercambio de información. Finalmente, el
rumor... es un evento normal y cotidiano (Jiménez Burillo, 1981a, página 298) (véase una ampliación en Ovejero, 1997a, capítulo 11).
Conclusión
La percepción social no es en absoluto algo puramente cognitivo, sino
motivacional: como ya decía William James, quien percibe pretende alcanzar alguna meta con su percepción. El perceptor no es un mero indigente
cognitivo que pretende principalmente conservar sus escasos recursos
mentales sino más bien es alguien que está motivado a escoger tácticamente entre cierto número de estrategias posibles, según sus objetivos
(Fiske y Taylor, 1991). «Una sorprendente cantidad de cognición y percepción social tiene lugar automáticamente; pero las personas no son
meros robots, y controlan muchas de sus estrategias, a través de la distri-