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Cómo percibimos a las otras personas: la cognición social 27 Teorías implícitas de la personalidad Los estudios de Asch mostraron que la impresión no se forma sobre el vacío, que no utilizamos sólo la información que recibimos, sino que vamos más allá de la información de que disponemos realizando inferencias y poniendo algo de «nuestra propia cosecha». En suma, no sólo combinamos la información disponible para hacer una impresión, sino que también de los rasgos estímulo que tenemos inferimos otros rasgos de que no disponemos. ¿Cómo hacemos estas inferencias? De diferentes maneras, pero principalmente a través de lo que llamamos en psicología social teorías implícitas de personalidad (TIP) (Leyens, 1987), que son las creencias acerca de qué rasgos o características de las personas aparecen generalmente juntas. Por ejemplo, cuando sabemos que alguien es juez inferimos que es severo, estricto y poco jovial. Son implícitas porque estas teorías no suelen estar formuladas en términos formales, siendo con frecuencia incluso inconscientes, con lo que difícilmente su veracidad o falsedad puede ser puesta a prueba de manera que el individuo continúa utilizándolas incluso aunque sean falsas, tendiendo a fijarse en los datos de la realidad que confirman sus TIP más que en los que las niegan o cuestionan. A pesar de que el contenido de estas teorías puede ser muy amplio, en general suelen referirse a atributos personales o rasgos de personalidad. Ahora bien, estas teorías son idiosincrásicas, es decir, propias de cada individuo: cada uno de nosotros nos formamos unas teorías diferentes en función de nuestra propia experiencia, también diferente en cada caso. Así, alguien puede creer que las personas con ojos negros son supersticiosas y conservadoras, mientras que otro puede creer que los rubios son malvados, peligrosos y poco dignos de confianza. O, por recordar el mismo ejemplo expresado por Moya, un individuo al oír de otra persona que es «comunista» inmediatamente piensa que será desinteresada, igualitaria y luchadora, mientras que otro asociará «comunista» a ser intransigente, dogmática y anticuada. «No obstante, a pesar de esta variabilidad individual, existe cierto consenso o coincidencia entre los integrantes de una determinada sociedad o grupo social —especialmente en determinados momentos históricos— en sus TIP» (Moya, 1994, págs. 106-107). ¿Por qué somos tan dados a utilizar las TIP? Principalmente, como muchos otros fenómenos sociocognitivos (categorizaciones, estereotipos, etc.), por economía cognitiva. Como escribe Moya, al igual que las estructuras cognitivas, una de las principales razones de ser de las TIP consiste en la necesidad que tenemos de estructurar, dotándolas de orden y significado, nuestras percepciones de la realidad, y de hacer esto de la forma más sencilla posible. Así, si nos presentan a alguien como estudiante de filosofía o como estudiante de educación física, posiblemente iniciemos la conversación hablando de cosas diferentes con cada uno de ellos (de cultura con el primero y de fútbol con el segundo, por ejemplo). Ello es así porque, acertada o equivocadamente, poseemos unas TIPs según las cuales los