Cómo percibimos a las otras personas: la cognición social
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que nos hacemos de los demás. De ahí los intentos de la gente por manejar las impresiones, sobre todo las primeras impresiones. En efecto, como
sabemos, no contamos a los demás todas las cosas que nos ocurren o que
nos conciernen. Por el contrario, unas cosas las contamos a todo el mundo,
otras sólo a algunos y, finalmente, otras, generalmente menos positivas para
nosotros, no se las contamos a nadie. Es lo que se llama presentación de
uno mismo o manejo de impresiones. La segunda línea de investigación iniciada por Asch se refiere a las teorías implícitas de personalidad, que veremos después y que pretende responder a esta pregunta: ¿existen relaciones
relativamente estables entre rasgos?
Secord (1958) señalaba hace años tres tipos de factores como determinantes de la formación de impresiones:
1) Determinantes sociales y culturales: estos determinantes son muy
influyentes. La cultura contribuye en gran medida a la formación de las
impresiones y contribuye de varias formas: a) Poniendo su acento selectivo
en ciertos rasgos (por ejemplo, en nuestra cultura, a la hora de hacernos
una impresión de alguien, tiene más importancia la corbata que el color de
los calcetines); y b) Proporcionando categorías ya hechas como las de sexo,
edad, raza, etc. Más en concreto, fueron muchos los autores que durante
las décadas de los 40 y 50 analizaron la influencia de los factores sociales
sobre la percepción, incluso física (Bruner, Postman, etc.), de los que destacamos el estudio clásico de Goddman (1947) que mostraba, simplificando un poco, que los niños pobres percibían la misma moneda como de
mayor tamaño que los niños ricos. La obra de estos autores, particularmente de Bruner, «ha contribuido notablemente a despertar el interés psicosociológico por el análisis de las variables socioculturales del proceso
perceptivo-cognitivo. Con ello, rellena un vacío teórico importante»
(Blanch, 1983, pág. 169).
2) Los propios procesos de inferencia, tan estudiados después dentro de
la temática general de la cognición social (véase un amplio y reciente análisis en Páez, Marques e Insúa, 1994, capítulos 5, 6 y 7). A causa de su interés, después veremos dos apartados relacionados con esto: las teorías implícitas de personalidad y los esquemas.
3) Las características o atributos del perceptor: tema que aunque cada
vez se estudia menos, no deja de tener su importancia. Retomando el ejemplo anterior, a la hora de hacerse la gente una impresión de otra persona va
a tener importancia, en nuestra cultura, el llevar o no corbata así como su
color. Ahora bien, ello no será ajeno a las características del perceptor. De
hecho, por no poner sino un ejemplo, a unos les caerá mejor su profesor si
lleva corbata y a otros les caerá mejor si no la lleva.
A pesar de las críticas que recibió, el modelo de Asch siguió recogiendo
partidarios y recibiendo apoyos empíricos no sólo en el campo de la formación de las impresiones sino también en otros como la psicología del
rumor o los estereotipos, de los que el primero lo veremos brevemente en
este mismo capítulo y al segundo le dedicaremos un capítulo específico.