Test Drive | Page 173

174 Anastasio Ovejero Bernal Algunas tácticas de influencia social Antes de terminar este capítulo resulta útil, al menos a mi entender, analizar, siquiera brevemente, las diferentes estrategias que los seres humanos solemos utilizar para influir en los demás. Probablemente, las más socorridas sean las siguientes (Morales y Moya, 1996, págs. 246 y sigs.): 1) La sanción o comprobación social: una forma en la que se puede influir en los demás, y que se deduce de la teoría de la comparación social de Festinger, consiste en mostrarles cómo los pensamientos, sentimientos y conductas que queremos que se hagan, son ya realizados por muchas personas. Una táctica que se aprovecha de este proceso psicológico es la llamada técnica de la lista. Así, Reingen (1982) mostró en varios experimentos cómo la probabilidad de donar dinero o sangre era mayor cuando a la gente se le muestra una lista de otros individuos semejantes a ellos que ya han colaborado, siendo la influencia mayor cuanto más larga era la lista. Esta táctica se usa mucho también en publicidad, cuando se nos dice que ha sido el libro más leído durante el último año, o el coche más comprado, etcétera, cuando el camarero deja deliberadamente el platillo con propina de anteriores clientes encima de la barra, o cuando los mendigos comienzan a pedir poniendo ellos mismos algunas monedas en el sombrero. Este fenómeno se observó también en los estudios de Darley y Latané sobre altruismo, o en los de Phillips sobre conducta suicida, y puede ser explicado acudiendo tanto a la conducta de imitación como a un fenómeno de desindividualización. Así, Phillips (1974) mostró la existencia de una relación entre la publicación de un suicidio en la primera página de los periódicos y el aumento espectacular del porcentaje de suicidios: analizando las estadísticas sobre suicidios ocurridos en Estados Unidos entre 1947 y 1968 constató que en los dos meses posteriores a cada suicidio que ocupó la primera página de los periódicos, se producía un promedio de 58 suicidios más de lo habitual, y ello ocurría sobre todo en las zonas en las que la publicación del primer suicidio había alcanzado mayor difusión y entre personas semejantes a quien se había suicidado. Igualmente, la imitación del comportamiento de los demás parece haber desempeñado un importante papel en el mayor suicidio colectivo que se conoce, el de los miembros de la secta Templo del Pueblo, en el que se quitaron la vida en la Guayana en 1978, casi mil personas, siguiendo las órdenes de su líder, Jim Jones (Cialdini, 1990): además de la fuerte capacidad de persuasión de Jones, la principal razón explicativa parece estar en un grupo de individuos, los más fanáticos, que se prestaron a cumplir los deseos del líder, envenenándose, con lo que «arrastraron» a los demás. Evidentemente, esta conducta tan extrema puede extrañar al lector, pero, como puntualizan Morales y Moya, si un individuo vive aislado del resto del mundo en una comunidad con la que se siente profundamente identificado y ve que justamente los más comprometidos sin Y\