116
Anastasio Ovejero Bernal
incluye un concepto intermedio: el de las condiciones o señales ambientales apropiadas para la agresión. De esta manera, la frustración no llevaría
directamente a la agresión, sino que produciría en el individuo un estado
de activación emocional, la ira, que es la que produce una disposición
interna para la conducta agresiva. Pero esta conducta se realizará sólo si
existen en la situación señales estimulares que posean un significado agresivo, o sea, si existen claves asociadas con condiciones en que la ira se descarga, o simplemente con la ira misma. Así, los estímulos adquieren su cualidad de claves agresivas mediante procesos de condicionamiento clásico. De
esta manera, en principio, cualquier objeto o persona puede llegar a ser
una clave agresiva.
Una conducta agresiva tiene, pues, dos fuentes distintas, la ira activada
que produce el daño y las claves presentes en la situación, como comprobó
empíricamente Berkowitz con su experimento conocido como efecto de las
armas (Berkowitz y LePage, 1967). Si esta teoría está en lo cierto, la presencia de pistolas debería llevar a una mayor agresión que la presencia de
otros objetos con connotaciones neutras. Para comprobarlo, llevaron a
cabo un experimento en el que sus sujetos, estudiantes universitarios varones, tenían que hacer una tarea que después sería evaluada por un cómplice del experimentador, quién le daría una serie de descargas que iban
desde 1 (realización satisfactoria) hasta 7 (realización muy pobre). En realidad, el número de descargas era independiente del rendimiento real en la
tarea, y tenía como único objetivo generar distintos grados de ira. En la
segunda fase, eran los sujetos los que tenían que evaluar el rendimiento de
los cómplices y administrar descargas eléctricas. Fue en esta fase donde se
manipularon las diversas condiciones experimentales en términos de señales activadoras de agresión. En una condición se colocó una escopeta y una
pistola en una mesa cercana. Pues bien, en el caso de los sujetos no encolerizados, las claves agresivas no tuvieron efectos significativos en el
número de descargas administradas al cómplice. En cambio, los sujetos
encolerizados sí dieron más descargas en presencia que en ausencia de
armas, lo que posteriormente fue apoyado por otros estudios. Así, la ropa
negra, asociada con frecuencia con la agresión y la muerte, puede servir
como una clave agresiva. Por ejemplo, Frank y Gilovich (1988) hallaron
que los equipos deportivos con uniforme negro, como los Raiders de Los
Ángeles y los Flyers de Filadelfia, generalmente estaban casi siempre entre
los evaluados como más penalizados por sus faltas en la liga Nacional de
Fútbol y en la Liga de Hockey, entre 1970 y 1986. Incluso se encontró, ya
en el laboratorio, que el solo hecho de ponerse una camiseta negra puede
provocar que el usuario actúe de modo más agresivo. Por otra parte, los
niños que, en un experimento, acababan de jugar con pistolas de juguete
estuvieron más dispuestos a tirar los bloques de otro niño. Los hombres
enojados dieron más descargas eléctricas a su víctima cuando había cerca
un rifle y un revólver (supuestamente allí olvidados de un experimento
anterior) que cuando se dejaron raquetas de badmington (Berkowitz y Le
Page, 1982). Es más, fuera del laboratorio, se ha encontrado que los países