Capítulo VII
La conducta agresiva o antisocial
Introducción
No cabe duda de que vivimos en un mundo lleno de agresividad y violencia. Como dice Paul Ricoeur, «la historia del hombre parece identificarse con la historia del poder violento». Se dice a menudo que jamás anteriormente ha habido tanta como ahora. No creo que ello sea cierto. Pero lo
que sí es bien cierto es que la cantidad y clase de armas actuales han hecho
que las consecuencias de las conductas agresivas y violentas sean hoy día
más desastrosas que en épocas anteriores. De hecho, el poderío militar va
haciendo cada vez más mortíferos los conflictos armados entre grupos y
entre naciones. Sólo durante la Segunda Guerra Mundial murieron 60
millones de personas, mientras que en el total de las guerras habidas en los
tres siglos precedentes habían muerto 25 millones. A primeros del siglo xix
se creía en el «progreso» de la Humanidad y se esperaba que al progreso
científico, cultural y tecnológico le acompañaría una mejora en las relaciones sociales humanas, y que disminuiría la agresión y la violencia. Y ello no
ha sido así. Aumenta el nivel de estudios de la población del mundo occidental, aumenta su progreso social, tecnológico, etc, pero sin embargo, en
absoluto disminuyen los actos de agresión y violencia. Por el contrario, las
consecuencias de tales actos se han agravado dramáticamente.
Pues bien, todo ello ha hecho que este tema haya sido uno de los más
estudiados en las últimas décadas por psicólogos, etólogos, antropólogos, y
sobre todo, por psicólogos sociales. De hecho, como señalan Krebs y Miller
(1985, pág. 3) aunque los orígenes del estudio de la agresividad humana se
remonta a los primeros textos de psicología social, no es hasta la publicación del libro de Dollard y colaboradores (1939), Frustración y Agresión,
cuando se estudia ya de una forma sistemática. Este libro marcó la pauta