ensangrentado, procurando beber la sangre que me inundaba el rostro, y esperando
siempre que mi cabeza estallase al chocar con cualquier obstáculo imprevisto.
¿Adónde me condujo aquella carrera insensata? No lo he sabido jamás. Al cabo de
varias horas, agotado sin duda por completo, me desplomé como uno masa inerte a lo
largo de la pared, y perdí toda noción de la existencia.