III
—Se trata sin duda alguna de un escrito numérico decía el profesor, frunciendo el
entrecejo. Pero existe un secreto que tengo que descubrir, porque de lo contrario...
Un gesto de iracundia terminó su pensamiento.
—Siéntate ahí, y escribe añadió indicándome la mesa con el puño.
Obedecí con presteza.
—Ahora voy a dictarte las letras de nuestro alfabeto que corresponden a cada uno de
estos caracteres islandeses. Veremos lo que resulta. ¡Pero, por los clavos de Cristo, cuida
de no equivocarte!
Él empezó a dictarme y yo a escribir las letras, unas a continuac