Hasta las seis de la tarde no llegó el momento propicio; y, a esta hora, mi tío, yo, el
guía, dos pasajeros y los cuatro caballos nos instalamos en una especie de barca del fondo
plano, bastante frágil. Como estaba acostumbrado a los barcos a vapor del Elba, me
parecieron los remos de los barqueros un procedimiento anticuado. Echamos más de una
hora en atravesar el fiordo; pero lo pasamos, al fin, sin accidente ninguno.
Media hora después llegábamo s al aoalkirkja de Gardä.