—¡Ah! —exclamé dando un brinco—; no, no; ¡mi tío jamás lo sabrá! ¡No faltaría más
sino que tuviese noticia de semejante viaje! En seguida querría repetirlo sin que nadie
lograse detenerlo. Un geólogo tan exaltado, partiría a pesar de todas las dificultades y
obstáculos, llevándome consigo, y no regresaríamos jamás; ¡pero jamás!
Me encontraba en un estado de sobrexcitación indescriptible.
—No, no; eso no será —dije con energía—; y, puesto que puedo impedir que semejante
idea se le ocurra a mi tirano, lo evitaré a todo trance. Dando vueltas a este documento,
podría acontecer que descubriese la clave de una manera casual. ¡Destruyámoslo!
Quedaban en la chimenea aún rescoldos, y, apoderándome con mano febril no sólo de
la hoja de papel, sino también del pergamino de Saknussemm, iba ya a arrojarlo todo al
fuego y a destruir de esta suerte tan peligroso secreto, cuando se abrió la puerta del
despacho y apareció mi tío en el umbral.