Desalentado, se sentó al lado de su hermana, en el borde de la cama, murmurando
"esa conchuda, ese feto infeccioso", como para sí. Luego volvió a la carga.
—Aceptás?
—Está bien. Déjame dormir.
Arrojó el disco al suelo, lo pisoteó y, con una furia extrema, lo rompió en varios
pedazos. Cuando terminó, miró a su hermana en los ojos, como para descubrir
algún indicio. Finalmente volvió a su cama, se tiró y apagó su velador. Al cabo de
un tiempo, con una voz que parecía atravesar en la oscuridad secretos caminos
antes conocidos por ellos pero ahora con obstáculos y trampas ocultas puestos por
un perverso invasor, tuvo apenas fuerza para decir:
—Algo pasa, Agustina.
Ella no respondió, limitándose a apagar también su velador. Con un asombro que
fue convirtiéndose en desesperación, Nacho comprendió que había apagado la luz
para desnudarse. En la equívoca luz que entraba por la ventana, pudo entrever
cómo iba quitándose la ropa.
Después, él también se desnudó y se acostó. La observó durante un tiempo
inconmensurable (había infancia de por medio, perros, escondites en el Parque
Patricios, caramelos, siestas solitarias, noches de llanto y abrazo) y durante el cual
sentía que ella también se mantenía despierta y cavilando, inquieta, con una
respiración que no era la del sueño. Haciendo un tembloroso esfuerzo le preguntó si
dormía:
—No, no duermo.
—Voy? —preguntó temblando.
Ella no contestó.
Después de vacilar un momento, Nacho se levantó y fue hacia la otra cama. Se
sentó y acarició el rostro de su hermana, advirtiendo que había lágrimas debajo de
sus ojos.
—Dejame —dijo ella con dulzura, pero con una voz que nunca antes le había oído.
Y después agregó:
—Prefiero que no entrés.
Nacho permaneció sin saber qué actitud tomar, al lado de aquel cuerpo que sus
manos apenas rozaban y que ahora estaba a una distancia inalcanzable.
Se levantó poco a poco y volvió a su cama, donde se derrumbó.
Tu cuerpo y el lazo de seda rústica que conduce
a las plantaciones
de la costa
el sudor de tu cabellera quemada por las nubes
a los instantes inolvidables
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