Test Drive | Page 78

Desalentado, se sentó al lado de su hermana, en el borde de la cama, murmurando "esa conchuda, ese feto infeccioso", como para sí. Luego volvió a la carga. —Aceptás? —Está bien. Déjame dormir. Arrojó el disco al suelo, lo pisoteó y, con una furia extrema, lo rompió en varios pedazos. Cuando terminó, miró a su hermana en los ojos, como para descubrir algún indicio. Finalmente volvió a su cama, se tiró y apagó su velador. Al cabo de un tiempo, con una voz que parecía atravesar en la oscuridad secretos caminos antes conocidos por ellos pero ahora con obstáculos y trampas ocultas puestos por un perverso invasor, tuvo apenas fuerza para decir: —Algo pasa, Agustina. Ella no respondió, limitándose a apagar también su velador. Con un asombro que fue convirtiéndose en desesperación, Nacho comprendió que había apagado la luz para desnudarse. En la equívoca luz que entraba por la ventana, pudo entrever cómo iba quitándose la ropa. Después, él también se desnudó y se acostó. La observó durante un tiempo inconmensurable (había infancia de por medio, perros, escondites en el Parque Patricios, caramelos, siestas solitarias, noches de llanto y abrazo) y durante el cual sentía que ella también se mantenía despierta y cavilando, inquieta, con una respiración que no era la del sueño. Haciendo un tembloroso esfuerzo le preguntó si dormía: —No, no duermo. —Voy? —preguntó temblando. Ella no contestó. Después de vacilar un momento, Nacho se levantó y fue hacia la otra cama. Se sentó y acarició el rostro de su hermana, advirtiendo que había lágrimas debajo de sus ojos. —Dejame —dijo ella con dulzura, pero con una voz que nunca antes le había oído. Y después agregó: —Prefiero que no entrés. Nacho permaneció sin saber qué actitud tomar, al lado de aquel cuerpo que sus manos apenas rozaban y que ahora estaba a una distancia inalcanzable. Se levantó poco a poco y volvió a su cama, donde se derrumbó. Tu cuerpo y el lazo de seda rústica que conduce a las plantaciones de la costa el sudor de tu cabellera quemada por las nubes a los instantes inolvidables 78