La siguió a la distancia conveniente hasta que la vio entrar en LA BIELA. En ese
momento confirmó lo que suponía, ya que LA BIELA era uno de sus sitios
habituales: estaba buscándolo. Esperó su salida, la siguió: de nuevo hasta LA
TENAZA.
S. vaciló por un momento, pero una turbulenta decisión se produjo entonces en su
espíritu, en que era difícil distinguir lo que había de fascinante, de lujurioso y de
irresponsabilidad ante el peligro. Entró y dirigiéndose hacia ella le dijo: "Ya estoy
aquí". Ella lo escuchó sin asombro, con una leve e indescifrable sonrisa.
Así comenzó el hundimiento en una ciénaga fosforescente, con aquella sigilosa
pantera negra, que se movía con la misma sensualidad altanera y elástica de esos
animales, pero como si su mente fuese controlada por una serpiente. Su voz era
grave, pero parecía tener dificultades en atravesar su garganta, como alguien que
camina en la oscuridad y teme despertar al que se dispone a desgarrar hasta la
muerte. Era una voz sombría y caliente, como de chocolate espeso. Hecho singular:
si Schneider estaba detrás de ella, nunca lo pudo saber. Pero intuía que con aquel
instrumento ejecutaba una complicada y lenta corrupción.
Hay, pensó en algún momento, muchas formas de castigo. Tal vez, pensó —pero
mucho tiempo después—, una de sus manifestaciones iba a ser el sacrificio de
Agustina.
OH, HERMANOS MÍOS!
Jujuy, 30. — Por congelamiento mueren dos hermanitas collas, de 1 3 y 9 años. Las
víctimas son Calixta y Narcisa Llampa, que con su hermano mayor habían
abando