Test Drive | Page 294

La siguió a la distancia conveniente hasta que la vio entrar en LA BIELA. En ese momento confirmó lo que suponía, ya que LA BIELA era uno de sus sitios habituales: estaba buscándolo. Esperó su salida, la siguió: de nuevo hasta LA TENAZA. S. vaciló por un momento, pero una turbulenta decisión se produjo entonces en su espíritu, en que era difícil distinguir lo que había de fascinante, de lujurioso y de irresponsabilidad ante el peligro. Entró y dirigiéndose hacia ella le dijo: "Ya estoy aquí". Ella lo escuchó sin asombro, con una leve e indescifrable sonrisa. Así comenzó el hundimiento en una ciénaga fosforescente, con aquella sigilosa pantera negra, que se movía con la misma sensualidad altanera y elástica de esos animales, pero como si su mente fuese controlada por una serpiente. Su voz era grave, pero parecía tener dificultades en atravesar su garganta, como alguien que camina en la oscuridad y teme despertar al que se dispone a desgarrar hasta la muerte. Era una voz sombría y caliente, como de chocolate espeso. Hecho singular: si Schneider estaba detrás de ella, nunca lo pudo saber. Pero intuía que con aquel instrumento ejecutaba una complicada y lenta corrupción. Hay, pensó en algún momento, muchas formas de castigo. Tal vez, pensó —pero mucho tiempo después—, una de sus manifestaciones iba a ser el sacrificio de Agustina. OH, HERMANOS MÍOS! Jujuy, 30. — Por congelamiento mueren dos hermanitas collas, de 1 3 y 9 años. Las víctimas son Calixta y Narcisa Llampa, que con su hermano mayor habían abando