sólo figuraba en una enciclopedia que Memé no había visto jamás. El relato fue
seguido con atención y al final se concluyó que sólo podía explicarse por haber
reencarnado Memé a María Antonieta.
Ilse Müller:
Se reunía siempre con un grupo de amigos durante el verano en su casa de Mar del
Plata, para hacer sesiones con una mujer extraordinaria llamada Marieta. No habían
oído hablar de ella? No, sí, parece que Memé. Era así y así? No, no era así sino así.
Bueno, como fuera, Marieta Fidalgo, un ser verdaderamente sensacional. Era ya de
madrugada, habían pasado varias horas haciendo intentos sin éxito, el esfuerzo
había sido muy grande y todos estaban agotados. A eso de las tres se echaron a
dormitar en cualquier parte, en sillones, en divanes. Cuando de pronto se oyó un
tremendo golpe y la mesita fue arrojada contra un rincón.
Daneri asintió con placidez académica, con su sonrisa de sapo albino: benevolente
miembro de la Academia de Letras a quien, en una reunión de maestras jubiladas,
se le relatan aciertos de chicos en el uso de zetas o preposiciones.
—Así es, así es —comentaba con bonhomía lunar.
Examinado de cerca era probable que se le advirtiera salir de su boca un pequeño
hilillo de baba lechosa.
Un caso de aporto citado por Memé: cae un papel y su yerno Conito, que asistía con
el clásico escepticismo de esos intrusos dispuestos a la chacota, tomó el papel con
una sonrisita. Pero al ver la letra quedó demudado. Qué pasaba, qué pasaba? Era la
letra de su padre muerto. Una carta para él.
Se mencionan casos de mensajes en griego, en árabe y hasta en gitano
transmitidos por médiums que no conocían esas lenguas.
Descanso de alrededor de media hora.
Después recomenzaron las tentativas. Se oyó algún golpe, se aguzó la atención,
hubo mensajes de personas varias pero equivocadas.
—Es para vos —le dijo Memé a Margot Grimaux, que seguía tristísima y callada, con
sus cejas circunflejas.
Ella escuchó atentamente, trató de descifrar el mensaje, pero no sacó nada en
limpio. Un hombre que braceaba en el mar? Con ansiedad, Memé le preguntó si no
podía tratarse de Bernasconi, pero Margot negó con un gesto de desaliento. No
obstante, se persistió en la interpretación del mensaje, sin ningún resultado.
Luego se produjeron algunos hechos arbitrarios, algunos francamente disparatados,
como una especie de chiste con seudopalabras como pli y pla.
—Son bromas —explicó Daneri—. Es frecuente.
—Esta noche no hay caso —admitió Memé, con cierto resentimiento.
Entonces se empezó a conversar más aflojadamente, se contaron anécdotas, casos
memorables, actitudes insólitas o rencorosas de los espíritus. Recordaba alguno lo
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