Sabato había levantado su mirada y lo observaba con una mezcla de atención y
fastidio.
—Ves? —comentó—. Siempre lo mismo.
Marcelo bajó sus ojos. Sabato pensó "es inútil". Y no obstante sentía la necesidad
de hablar con él.
—Claro, comprendo que exagero. Soy un exagerado, siempre. Y en el fondo un
extremista. Me he pasado la vida yendo de un extremo a otro y equivocándome con
furia. Me apasionaba el arte y entonces me lancé en las matemáticas. Y cuando
llegué bien al extremo, las abandoné, con una especie de rencor. Y la misma
historia con el marxismo, con el surrealismo. Bueno, abandonar... Es una manera
de decir, comprendés. Si uno ha amado intensamente siempre quedan en uno los
rastros de la pasión. En algunas palabras, en algunos tics, en los sueños. Sí, sobre
todo en los sueños... Vuelven a reaparecer las caras que creíamos olvidadas para
siempre... Sí, un exagerado, Marcelo... Te dije un día que los poetas están siempre
del lado de los demonios, aunque a veces no lo sepan, y advertí que vos no estabas
de acuerdo... La exageración es de Blake, pero no importa, yo la repito siempre,
por algo será. También te he dicho que por eso nos fascina el infierno de Dante y
nos aburre su paraíso. Y que el pecado y la condenación inspiraron a Milton y el
paraíso le quitó el impulso creador... Sí, claro, los demonios de Tolstoi, de
Dostoievsky, de Stendhal, de Thomas Mann, de Musil, de Proust. Todo eso es
cierto, al menos para esa clase de gente. Y por eso son rebeldes pero raramente
revolucionarios, en el sentido marxista del término. Esa espantosa condición,
porque es una espantosa condición, ya lo sé, no los hace aptos para una sociedad
establecida, aunque sea la que sueñan los marxistas. Tal vez sean útiles como
rebeldes, en la etapa romántica. Pero después... Mayakovsky, imaginate. Esenin...
Pero no es esto lo que te quería decir. Creo que quería decirte que no debés
callarte, que no debés aceptar mis exageraciones, mis brutalidades, esa especie de
manía para elegir los ejemplos que justifican mis obsesiones... Yo sé que de pronto,
cuando te he hablado, pensás en Miguel Hernández, que si bien era un obseso por
la muerte y muchos de sus poemas son de índole metafísica, no es un
endemoniado como puede ser, digamos Genet. Y tenías toda la razón del mundo en
pensar no exagere Ernesto, no siempre es así, puede haber un gran poeta que no
esté en el bando de los demonios... Y hay otros que pueden ser dionisíacos,
eufóricos, que pueden sentirse en armonía con el cosmos... y ciertos pintores...
Se calló. Nuevamente se sintió descontento, se encontraba ahora como mintiendo
en algún sentido. Y con terrible desazón se levantó y se fue.
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