capaz de guardar cualquier cosa (un elefante sale de la heladera), que ésa era ella
(suda, se agita, no tiene tiempo para ver teleteatro ni ir a fiestas) hasta que adoptó
Vero y que no podía asistir a cocktails por inexcusable aplicación de Odorono (se
muestra de cerca la forma en que el sudor evidente en la exila hace apartar las
caras de sus amigos) y que sus problemas de constipación habían sido
DEFINITIVIMAMENTE resueltos por las Píldoras Ross (familia alegre de mañana,
plena de felicidad) y por Waldorf que le ofrece 74 metros de suavidad perfumada,
culminando la tanda con la aparición de dos enanos vestidos de nenes que se
presentan en una casa de artículos para el hogar y que estentóreamente exigen a
gritos un Drean! y que ahora la han traído a mamita. Sabato siente malestar
porque piensa que los reflectores no perdonan detalle, en momentos en que entra
Libertad Leblanc, para la cual Pipo solicita UN FUERTE APLAUSO, después de lo cual
grita que tal como había sido anunciado, por las mismas Cámaras de Canal 13,
siempre en SÁBADOS CIRCULARES, se llevará a cabo el casamiento entre Sabato y
la rutilante estrella, mientras de una mano acerca a Libertad, quien, ante la orden
amable pero estentórea de Pipo debe besar a Sabato ante las cámaras, cosa que se
hace entre GRANDES Y SOSTENIDOS APLAUSOS. Sigue luego una gran tanda de
avisos, en que se propagan las ventajas definitivas de champúes para la caspa,
desodorantes que mantienen su acción durante las veinticuatro horas del día, vinos
secos y dulces, jabones que usan las estrellas, pastas dentífricas, heladeras,
televisores, papeles higiénicos más resistentes y absorbentes que ningún otro,
cigarrillos más largos que cualquiera antes conocido, lavadoras automáticas y
automóviles. Al cabo de lo cual, Pipo hace entrar entre cerrados aplausos a Jorge
Luis Borges, de jacquet, que oficiará de padrino de la boda. Su bastón blanco
suscita un generalizado sentimiento de simpatía, facilitado por un gran perro
amaestrado que hace de lazarillo y por los comentarios de Pipo Mancera que
subraya el SACRIFICIO que significa para un hombre como Borges, en sus
condiciones, acudir a un programa de televisión. Pobre cieguito, comenta una gran
gorda que es enfocada por las cámaras, pero Borges hace una temerosa seña con
la mano como diciendo que no se debe exagerar. Libertad Leblanc, con un vestido
negro y un escote que llega al ombligo está al lado de Sabato, quien, siempre en
calzoncillos, pero ahora de pie y de la mano de la estrella, dirige una mirada de
simpatía hacia Borges, que avanza con paso inseguro hacia el centro de la escena.
Pipo entonces dice SEÑOR DIRECTOR, DISPONGA DE LAS CÁMARAS, palabras que
son la señal para desencadenar otra tanda de avisos, mientras Sabato piensa:
"tanto él como yo somos personas públicas", y siente que caen lágrimas de sus
ojos.
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