Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
Y cayó al vacío.
Con ruido seco, los proyectiles de los hombres robots seguían dando contra el
cemento; con los balazos que pasaban por todas partes, apenas si Favalli y yo
podíamos disparar con alguna precisión.
Alcancé a ver un hombre robot apuntando con un lanzagranadas.
—¡Cuidado, Fava! ¡Una granada! ¡Agáchate! La granada golpeó contra el
techo de cemento, cayó detrás de Favalli, estalló...
El intenso fogonazo y luego nada más.
Desperté en un mar lechoso.
Luz sin focos, que venía de todas
partes.
Traté de moverme pero no pude.
No, no estaba herido; al menos no me
dolía nada. Y estaba lúcido. Una
silueta apareció encima de mí, un
rostro humano se me acercó.
¿Rostro humano?
Frente alta, ojos hondos. Una mano de dedos múltiples sostenía algo que no
pude ver bien...
¡Era un mano!
Sacudido por el pánico, hice un esfuerzo desesperado por huir. Pero no pude
mover ni un dedo.
El mano me sonrió; recordé, como en un pantallazo, al mano que nos
capturara en las Barrancas de Belgrano hacía... ¿cuánto?: ¿semanas? ¿siglos?
Pero en seguida dejé de ver al mano.
Todo lo que vi fue el aparato que sostenía entre los dedos.
Lenguas aceradas, que se adivinaban agudísimas.
Un aparato de telecomando: iban a convertirme en hombre robot. Dedos
múltiples sosteniéndome la cabeza, tanteándome ya la nuca.
Grité sin un sonido, la boca cerrada.
Me soltó la cabeza.
Se enderezó, miró a un lado.
Biblioteca de Videastudio – www.videa.com.ar