Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
demás hombres. El teniente Gusta ve ya se acercaba también, desconcertado.
—Antes de que me crea loco mire esto...
Favalli se agachó, se bajó el cuello de la tricota, les mostró la nuca. Tenía allí,
en el centro, un chichón lívido. Cicatrices frescas, concéntricas, le marcaban
un raro tatuaje: era donde habían estado insertadas las lengüetas del primer
aparato de telecomando que le insertaran los Ellos cuando lo capturaran.
—Durante un tiempo tuve insertado aquí un aparato que me transmitía
órdenes directamente al cerebro... Luego me lo sacaron y me instalaron otros
dos aparatos mucho más pequeños y perfeccionados, aquí, en los parietales.
Mientras hablaba, Favalli guió las manos del capitán para que le tanteara el
cráneo: éste no pudo evitar una breve exclamación de sorpresa cuando tocó
las dos pequeñas nuevas series de cicatrices disimuladas bajo el cabello.
—Toque, teniente...
Pero el capitán se apartó y miró ahora a Favalli con súbito respeto. Se volvió
en seguida hacia mí:
—¿Usted también?
—No, yo no fui capturado nunca. Pero me faltó muy poco.
Momentos más larde, sentados ante la mesa de campaña que servía de
escritorio al capitán. Favalli y yo hicimos un somero relato de nuestras
aventuras desde que comenzara la nevada. Pasamos muy por encima sobre las
horas vividas en la casa, cuando nos encontramos como si fuéramos una
pequeña isla de vida rodeada por el mar de muerte que se extendía a nuestro
alrededor. Aquello, aunque de tremenda importancia para nosotros, no era lo
que interesaba al capitán Timer.
Cuando empezó Favalli nuestro primer encuentro con los cascarudos, el
capitán lo interrumpió, hizo una señal al teniente y éste trajo un grabador a
cinta magnética:
Favalli tuvo que empezar de nuevo la descripción de los cascarudos.
Y así, todo lo que vivimos desde que salimos del chalet fue recogido por la
cinta grabadora: la central del mano que encontramos en Barrancas de
Belgrano, la muerte del mano amigo, los gurbos, las alucinaciones, las
diferentes armas con que el enemigo nos atacó en River Plate, la lucha en
Plaza Italia y lo que llegamos a ver allí, en la Plaza del Congreso...
—Tiene usted razón: todo esto debe de ser escuchado en la base... Ahora
Biblioteca de Videastudio – www.videa.com.ar