Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
El capitán Timer se interrumpió un momento, miró a sus hombres con mirada
breve. Había en todos expresión sombría; era evidente que conocían de sobra
la gravedad y el peligro de la empresa en que se habían embarcado.
—Pero, por suerte, las patrullas anteriores, aunque fueron aniquiladas a poco
de ser sorprendidas, alcanzaron a transmitir a la base alguna información, Fue
por estos datos que nos pusimos en la nuca los aparatos simulados: la idea es
hacernos pasar por hombres robots, para poder acercarnos a las
concentraciones enemigas. Con tal de obtener informaciones estamos
resueltos a todo, incluso a entreverar algunos de nuestros hombres en las filas
del adversario... Cuando vimos volar el helicóptero de ustedes creímos que,
por fin, la suerte se inclinaba a nuestro favor. Por las patrullas anteriores
sabíamos que en toda la zona no hay nadie que pueda volar, que solo los
hombres robots lo hacen... Por eso los atacamos, por eso nos tomamos el
trabajo de sólo averiar el helicóptero para que cayeran de a poco, para que no
se mataran al caer: si hubiéramos querido, habríamos podido hacer estallar el
helicóptero en el aire... Pero... —y aquí el capitán Timer hizo un gesto de
amargo desaliento—. Como ustedes ya lo saben, fallamos miserablemente: los
únicos hombres que conseguimos atrapar nos salen resultando hombre
corrientes, no hombres robots. Tendrán ustedes, desde luego, unas cuantas
cosas interesantes para contarnos: la experiencia de cada sobreviviente vale la
pena de ser escuchada. Siempre es posible que haya en ella algún dato
importante que ha estado ausente en las declaraciones anteriores... Pero, y en
esto disculparán ustedes, la verdad es que la gran mayoría de las
declaraciones de los sobrevivientes se parecen unas a otras de manera
desesperante. ..Casi todos los sobrevivientes hasta ahora han sido personas
que, por estar al abrigo, pudieron salvarse de la nevada inicial. Han seguido
escondidas después y de alguna manera se las han arreglado para sobrevivir.
Pero ninguno ha visto prácticamente nada de los invasores; todos están llenos
de cuentos de incidentes y de luchas, casi siempre mortales, con otros
sobrevivientes, pero nada más. No se ofendan, pero no creo que ustedes
puedan ampliar en mucho las declaraciones que ya tenemos en nuestra base.
Vengan a la tienda, les haré llenar el cuestionario impreso.
Sin esperar a que le dijéramos nada, el capitán Timer se volvió y caminó hacia
la tienda. Favalli me miró con sonrisa breve, y lo seguimos.
El interior era mucho más vasto de lo que parecía desde afuera: había
aparatos raros, como nunca viera antes: macizos, compactos, con muchos
diales. Varios hombres, en silencio, y con auriculares en la cabeza, se
ocupaban de ellos. Por los lados déla tienda corría una intrincada red de
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