Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
EL ETERNAUTA
Un crujido en la silla del otro lado del
escritorio. Alcé los ojos y ahí estaba, otra vez.
El Eternauta, mirándome con esos ojos que
habían visto tanto.
Durante un largo rato se quedó ahí, mirando
sin ver el tintero, los libros, los papeles
desordenados sobre el escritorio.
—Te conté de Hiroshima... —dijo y apoyó la
cabeza ya blanca sobre la mano—. Te conté
de Pompeya...
Hizo una pausa, me miró sin verme; de pronto sonrió.
—Ni yo mismo sé por qué te hablo de todo eso... —y la voz le venía de quién
sabe qué eternidad de espanto, de quién sabe qué inmensidad de dolor y
angustia—. Quizá te hablo de todo esto para borrar con otro horror el horror
que trato de olvidar.
Mientras cuento vuelvo a vivir lo que cuento... Y si hablo de Hiroshima, si
hablo de Pompeya, olvido el horror máximo que me tocó vivir. ¿Qué fue
Pompeya, qué fue Hiroshima al lado de Buenos Aires arrasado por la nevada?
Volvió a callar. En el cuarto vecino, alguna de mis hijitas se revolvió en la
cama.
Me estremecí. ¡Qué desnudos estamos en el mundo, qué blanco fácil somos!
—Ya te conté... —el Eternauta vacilaba en reanudar su relato— cómo me
separé de Elena y de Martita. Ya te conté cómo, buscándolas, quedé perdido
en el espacio y en el tiempo... Lo que no te conté todavía es cómo siguió la
invasión de los Ellos.
—¿Cómo? —lo interrumpí—. ¿Sabes acaso cómo terminó la invasión?
—Por supuesto que lo sé...
Los ojos se le redondearon de espanto y por un momento creí que iba a gritar.
—Por supuesto que lo sé... —repitió—. Yo volví a la Tierra poco después de
que tratara de escapar metiéndome con Elena y Martita en la cosmonave de
Biblioteca de Videastudio – www.videa.com.ar