menos se corriera Sancho, si de nuevo no le asegurara su amo que era
encantamento; puesto que jamás llegó la sandez de Sancho a tanto, que creyese
no ser verdad pura y averiguada, sin mezcla de engaño alguno, lo de haber sido
manteado por personas de carne y hueso, y no por fantasmas soñadas ni
imaginadas, como su señor lo creía y lo afirmaba.
Dos días eran ya pasados los que había que toda aquella ilustre compañía estaba
en la venta; y pareciéndoles que ya era tiempo de partirse, dieron orden para que,
sin ponerse al trabajo de volver Dorotea y don Fernando con don Quijote a su
aldea, con la invención de la libe