andante, ni os dé a entender el pecado e ignorancia en que estáis en no reverenciar
la sombra, cuanto más la asistencia, de cualquier caballero andante! Venid acá,
ladrones en cuadrilla, que no cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la
Santa Hermandad; decidme: ¿Quién fue el ignorante que firmó mandamiento de
prisión contra un tal caballero como yo soy? ¿Quién el que ignoró que son exentos
de todo judicial fuero los caballeros andantes, y que su ley es su espada, sus fueros
sus bríos, sus premáticas su voluntad? ¿Quién fue el mentecato, vuelvo a decir, que
no sabe que no hay ejecutoria de hidalgo con tantas preeminencias ni exenciones
como la que adquiere un caballero andante el día que se arma caballero y se
entrega al duro ejercicio de la caballería? ¿Qué caballero andante pagó pecho,
alcabala, chapín de la reina, moneda forera, portazgo ni barca? ¿Qué sastre le llevó
hechura de vestido que le hiciese? ¿Qué castellano le acogió en su castillo que le
hiciese pagar el escote? ¿Qué rey no le asentó a su mesa? ¿Qué doncella no se le
aficionó y se le entregó rendida, a todo su talante y voluntad? Y, finalmente, ¿qué
caballero andante ha habido, hay ni habrá en el mundo, que no tenga bríos para
dar él solo cuatrocientos palos a cuatrocientos cuadrilleros que se le pongan
delante?
Capítulo 46: De la notable aventura de los cuadrilleros, y la gran ferocidad
de nuestro buen caballero don Quijote
En tanto que don Quijote esto decía, estaba persuadiendo el cura a los cuadrilleros
cómo don Quijote era falto de juicio, como lo veían por sus obras y por sus
palabras, y no tenían para qué llevar aquel negocio adelant