jovencita de bellos rizos, Sarah Elmira Royster, que habría de representar un extraño papel
en su vida, desapareciendo tempranamente para surgir en los últimos tiempos. Pero ahora el
amor era matinal, y Elmira lo correspondía con toda la efusión compatible entonces con
una señorita virginiana. A John Allan no le gustó la idea de que Edgar llegara a casarse con
Elmira, y además había que pensar en su ingreso en la Universidad de Virginia. Sin duda
habló con Mr. Royster, y de esa conversación en beneficio de los hijos nació una torpe
traición: las cartas de Edgar a Elmira fueron interceptadas, y más tarde se obligó a la niña a
que aceptara el presunto olvido de su novio como prueba de desamor y se casara con un tal
Mr. Shelton, que correspondía mucho mejor que Edgar a la idea que los Allan y los Royster
se hacen siempre de los esposos adecuados. Ignorante de lo que iba a ocurrir, Edgar se
despidió de Frances y John Allan en febrero de 1826. En el camino confió una carta para
Elmira al cochero que lo llevaba a Charlottesville; fue probablemente el último mensaje
que aquélla alcanzó a recibir de él. De la vida estudiantil de Poe hay numerosos
documentos que prueban el clima de libertinaje y anarquía de la flamante Universidad
fundada con tantas esperanzas por Thomas Jefferson, y su influencia catalizadora de las
tendencias hasta entonces latentes en el poeta. Los estudiantes, hijos de familias adineradas,
jugaban por dinero, bebían, disputaban y se batían en duelo, endeudándose con la mayor
extravagancia, seguros de que sus padres pagarían al final de cada período escolar. A Edgar
le ocurrió algo previsible: John Allan se negó desde el primer momento a enviarle más
dinero del estrictamente necesario para sus gastos escolares. Edgar se empecinó en
mantener el nivel de vida de sus camaradas, por razones bien comprensibles entonces y en
Virginia. Hasta cierto punto, tenía razón: su protector lo había criado y educado en un nivel
social que entrañaba determinadas exigencias económicas. Proporcionarle con una mano la
mejor educación de la época y negarle con la otra el dinero necesario para no tener que
avergonzarse ante los camaradas sureños, revelaba no sólo falta de bondad, sino de sentido
común e inteligencia. Poe comenzó a escribir a «casa» pidiendo pequeñas sumas, haciendo
minuciosos estados de cuenta para mostrar a Allan que las cantidades recibidas no bastaban
para su