—¿Adónde?
—A tu bodega.
—No, amigo mío. No quiero aprovecharme de tu bondad. Noto que estás ocupado, y
Lucresi...
—No tengo nada que hacer; vamos.
—No, amigo mío. No se trata de tus ocupaciones, pero veo que tienes un fuerte catarro.
Las criptas son terriblemente húmedas y están cubiertas de salitre.
—Vamos lo mismo. Este catarro no es nada. ¡A [[Y