Mi primer verso no me costó trabajo. Decía así:
Exaltar en una oda el «Aceite de Bob»...
Luego de revisar mi diccionario en procura de todas las rimas adecuadas para «Bob»,
me resultó imposible seguir adelante. Acudí entonces a la ayuda paterna y, después de
varías horas de madura reflexión, mi padre y yo finalizamos el siguiente poema:
Exaltar en una oda el «Aceite de Bob»
Vale por todas las angustias de Job.
(Firmado) Snob
No hay duda de que esta composición no era muy extensa, pero aún «me queda por
aprender», como dicen en el Edinburgh Review, que la mera extensión de una obra literaria
tiene algo que ver con su mérito. En cuanto a las alabanzas que hace la Quarterly del
«esfuerzo sostenido», me resulta imposible encontrarle el menor sentido. Por eso, todo bien
considerado, quedé satisfecho con el éxito de mi virginal intento, y lo único que faltaba era
decidir su destino. Mi padre sugirió que lo mandase al Gad-fly, pero dos razones me lo
impedían: los celos del director y la seguridad de que no pagaba las colaboraciones. Por
eso, luego de larga deliberación, remití mi poema a las más dignas columnas del Lollipop y
esperé los resultados con ansiedad, pero con resignación.
En el número siguiente tuve el orgullo de ver mi poema impreso a dos columnas, como
si fuera el editorial, precedido por las siguientes significativas palabras, en itálicas y entre
corchetes:
[Señalamos a la atención de nuestros lectores las admirables estrofas que siguen
acerca del «Aceite de Bob». No diremos nada de lo sublime de las mismas, ni de su pathos:
imposible leerlas sin verter lágrimas. Aquellos que han padecido las tristes consecuencias
de que la pluma de ganso del director del Gad-Fly osara profanar el mismo augusto tema,
harán bien en comparar las dos composiciones.
P. S.- Nos consume la ansiedad por develar el misterio que envuelve el seudónimo
«Snob» ¿Podemos esperar una entrevista personal?]
Todo esto era estrictamente justo, pero confieso que excedía lo que había esperado; lo
reconozco, téngase bien en cuenta, para eterno deshonor de mi país y de la humanidad. De
todas maneras no perdí tiempo en presentarme al director del Lollipop, y tuve la buena
suerte de que dicho caballero se hallara en casa. Saludóme con aire de profundo respeto,
ligeramente teñido de paternal y protectora admiración, ocasionada sin duda por mi aire
extremadamente joven e inexperto. Rogándome que tomara asiento, púsose a hablar
inmediatamente sobre mi poema... pero la modestia me veda repetir los mil cumplidos que
derramó sobre mí. Los elogios de Mr. Crab (pues tal era el nombre del director) no fueron
sin embargo indiscriminados. Analizó mi composición con gran libertad y conocimiento,
sin vacilar en señalarme algunos defectos insignificantes, circunstancia esta última que lo
elevó grandemente en mi estima. Como es natural, el Gad-fly fue puesto sobre el tapete, y
espero no verme jamás sometido a una crítica tan escudriñadora ni a reproches tan
humillantes como los que Mr. Crab dejó caer sobre aquella desdichada publicación.