—Y, en cambio, carezco de fondos disponibles.
—¿Qué?
—Además, no está nada bien de mi parte que...
—¡Caballero!
—...que me aproveche...
—¡Hic!
—...de su triste y poco caballeresca situación en este momento.
Y con esto, el visitante saludó y se retiró —sin que pueda decirse exactamente de qué
manera—. Pero en un bien pensado esfuerzo por arrojar una botella al «villano» rompióse
la fina cadena que colgaba del techo, y el metafísico quedó postrado por el golpe de la
lámpara al caer.