Test Drive | Page 419

—¡Ejem... ejem... no me parece una conducta muy correcta, que digamos! —dijo el bulto con una vocecilla tan débil como curiosa, algo entre chirrido y silbido. Grité de terror y huí diagonalmente hasta refugiarme en el rincón más alejado del dormitorio. —¡Mi estimado amigo! —volvió a silbar el bulto—. ¿Qué... qué... qué cosa le sucede? ¡Hasta creería que no me reconoce usted! ¿Qué podía yo contestar a eso? Tambaleándome, me dejé caer en un sillón y, con la boca abierta y los ojos fuera de las órbitas, esperé la solución de aquel enigma. —No deja de ser raro que no me haya reconocido, ¿verdad? —insistió la indescriptible cosa, que, según alcancé a ver, estaba efectuando en el suelo unos movimientos inexplicables, bastante parecidos a los de ponerse una media. Pero sólo se veía una p