Test Drive | Page 90

Se habían recorrido mil trescientas ochenta y dos millas desde San Francisco, en tres dias y tres noches, cuatro noches y cuatro días debían bastar, según toda la previsión, para llegar a Nueva York. Phileas Fogg se mantenía, por consiguiente, dentro del plazo regiamentario. Durante la noche se dejó a la izquierda del campamento de Walbab. El "Lodge-Pole-Crek" discurría paralelamente a la vía, siguiendo sus aguas la frontera rectilínea común a los Estados de Wyoming y de Colorado. A las once entraban en Nebraska, pasaban cerca de Sedgwick, y tocaban en Julesburgh, situado en el brazo meridional del río Platte. Allí fue donde se inauguró el "Union Paciflc", el 23 de octubre de 1867, cuyo ingeniero jefe fue el general J. M. Dodge, y donde se detuvieron las dos poderosas locomotoras que remolcaban los nuevos vagones de convidados, entre los cuales figuraba el vicepresidente Tomás C. Durant. Allí dieron el simulacro de un combate indio; allí brillaron los fuegos artificiales, en medio de ruidosas aclamaciones: allí, por último, se publicó, por medio de una imprenta portátil, el primer número del "Rail-way-Pioneer". Así fue celebrada la inauguración de ese gran ferrocarril, instrumento de progreso y de civilización, trazado a través del desierto y destinado a enlazar entre sí ciudades que no existían aún. El silbato de la locomotora, más poderoso que la lira de Anfión, iba a hacerlas surgir muy en breve del suelo americano. A las ocho de la mañana, el fuerte Mac Pherson quedaba atrás. Este punto dista trescientas cincuenta y siete millas de Omaha. La vía férrea seguía por la izquierda del brazo meridional del río Platte. A las nueve, se llegaba a la importante ciudad de North-Platte, contruida entre los dos brazos de ese gran río, que se vuelven a reunir alrededor de ella para no formar, en adelante ya, más que una sola arteria, afluyente considerable cuyas aguas se confunden con las del Missouri, un poco más allá de Omaha. Mister Fogg y sus compañeros proseguían su juego, sin que ninguno de ellos se quejase de la longitud del camino. Fix había empezado por ganar algunas guineas que estaba perdiendo, no siendo menos apasionado que mister Fogg. Durante aquella mañana, la suerte favoreció singularmente a éste. Los triunfos llovían, por decirlo así, en sus manos En cierto momento, después de haber combinado un golpe atrevido, se preparaba a jugar espadas, cuando detrás de la banqueta salió una voz diciendo: -Yo jugaría oros Mister Fogg, mistress Aouida y Fix, levantaron la cabeza. El coronel Proctor estaba junto a ellos. Steam Proctor y Phileas Fogg se reconocieron en seguida. -¡Ah! Sois vos, señor inglés --exclamó el coronel-; ¡sois vos quien quiere jugar espadas! -Y que las juega -respondió con frialdad Phileas Fogg, echando un diez de ese palo. -Pues bien; me acomoda que sean oros –replicó el coronel Proctor con irritada voz, haciendo ademán de tomar la carta jugada, y añadiendo: -No sabéis ese juego. -Tal vez seré más diestro en otro --dijo Phileas Fogg, levantándose. -¡Sólo de vos depende ensayarlo, hijo de John Bull! -replicó el grosero personaje. Mistress Aouida había palidecido, afluyendo toda su sangre al corazón. Se había asido del brazo de Phi leas Fogg, que la repelió suavemente. Picaporte iba a echarse sobre el americano, que miraba a su adversario con el aire más insultante posible, pero Fix se había levantado, y yendo hacia el coronel Proctor, le dijo: -Olvidáis que es conmigo con quien debéis entenderos, porque no sólo me habéis injuriado, sino golpeado. -Señor Fix --dijo Fogg-, perdonad, pero esto me concierne a mí solo. Al pretender que yo hacía mal en jugar espadas, el coronel me ha injuriado de nuevo, y me dará una satisfacción. Página 90