viajeros podían ver por los cristales los pintorescos puntos de vista de aquel montafíoso país.
El trazado del ferrocarril obedecía los caprichos de la sierra, yendo unas veces adherido a las
faldas de la montaña, otras suspendido sobre los precipicios, evitando los ángulos bruscos por
medio de curvas atrevidas, penetrando en gargantas estrechas, que parecían sin salida. La
locomotora, brillante como unas andas, con su gran fanal, que despedía rojizos fulgores, su
campana plateada, mezclaba sus silbidos y bramidos con los de los torrentes y cascadas,
retorciendo su humo por las ennegrecidas ramas de los pinos.
Había pocos túneles o ninguno, y no existían puentes. El ferrocarril seguía los contornos de
las montañas no buscando en la línea recta el camino más corto de uno a otro punto, y no
violentando a la naturaleza.
Hacia las nueve, por el valle de Corson, el tren penetraba en el estado de Nevada, siguiendo
siempre las dirección del Nordeste. A las doce pasaba por Reno, donde los viajeros tuvieron
veinte minutos para almorzar.
Desde este punto, la vía férrea, costeando el río "Humboldt", se elevó durante algunas
millas hacia el Norte, siguiendo su curso; después torció al Este, no debiendo ya separarse de
ese río, antes de llegar a los montes Humboldt, donde nace casi en la extremidad oriental del
estado de Nevada.
Después de haber almorzado, mister Fogg, mistress Aouida y sus compañeros volvieron a
sus asientos. Phileas Fogg, la joven Aouida y sus compañeros, confortablemente instalados,
miraban el paisaje variado que se presentaba a la vista; vastas praderas, montañas que se
perfilaban en el horizonte, torrentes que rodaban sus aguas espumosas. De vez en cuando
aparecía, en masa dilatada, un gran rebaño de bisontes, cual dique movedizo. Esos
innumerables ejércitos de rumiantes oponen a veces un obstáculo insuperable al paso de los
trenes. Se han visto millares de ellos desfilar, durante muchas horas, en apiñadas hileras
cruzando los rieles. La locomotora tiene entoces que detenerse y aguardar que la vía esté libre.
Y eso fue lo,que en aquella ocasión aconteció. A las tres de la tarde, la vía quedó
interrumpida por un rebaño de diez o doce mil cabezas. La m