Test Drive | Page 54

Gran Bretaña había fundado allí una ciudad importante y creado un puerto, el puerto Victoria. La isla se halla situada en la embocadura del río de Cantón, habiendo solamente sesenta millas hasta la ciudad portuguesa de Macao, construída en la ribera opuesta. Hong-Kong debía por necesidad vencer a Macao en la lucha mercantil, y ahora la mayor parte del tránsito chino se efectúa por la ciudad inglesa. Los docks, los hospitales, los muelles, los depósitos, una catedral gótica, la casa del gobernador, calles macadamizadas, todo haría creer que una de las ciudades de los condados de Kent o de Surrey, atravesando la esfera terrestre, se ha trasladado a ese punto de la China, casi en las antípodas. Picaporte se dirigió con las manos metidas en los bolsillos hacia el puerto Victoria, mirando los palanquines, las carretillas de vela, todavía usadas en el celeste Imperio, y toda aquella muchedumbre de chinos, japoneses y europeos que se apiñaban en las calles. Con poca diferencia, aquello era todavía muy parecido a Bombay, calcuta o Singapore. Hay como un rastro de ciudades inglesas así alrededor del mundo. Picaporte llegó al puerto Victoria. Allí, en la embocadura del río Cantón, había un hormiguero de buques de todas las naciones: ingleses, franceses, americanos, holandeses, navíos de guerra y mercantes, embarcaciones japonesas y chinas, juncos, sempos, tankas y aun barcos-flores que fonnaban jardines flotantes sobre las aguas. Paseándose, Picaporte observó cierto número de indígenas vestidos de amarillo, muy avanzados en edad. Habiendo entrado en una barbería china para hacerse afeitar a lo chino, supo por el barbero, que hablaba bastante bien el inglés, que aquellos ancianos pasaban todos de ochenta años, porque al llegar a esta edad tenían el privilegio de vestir de amarillo, que es el color imperial. A Picaporte le pareció esto muy chistoso sin saber por qué. Después de afeitarse se fue al muelle de embarque del "Carnatic", y allí vio a Fix que se paseaba de arriba abajo y viceversa, de lo cual no se extrañó. Pero el inspector de policía dejaba ver en su semblante muestras de un despecho vivísimo. -¡Bueno! --dijo entre sí Picaporte-. ¡Esto va mal para los gentiemen del Reform-Club! Y salió al encuentro de Fix con su alegre sonrisa, sin aparentar que notaba la inquietud de su companero. Ahora bien, el agente tenía buenas razones para echar pestes contra el infernal azar que lo perseguía. ¡No había mandamiento! Era evidente que éste corría tras de él y no podía alcanzarlo sino permaneciendo algunos días en la ciudad. Y como Hong-Kong era la última tierra inglesa del trayecto, mister Fogg se le iba a escapar definitivamente si no lograba retenerlo. -Y bien, señor Fix, ¿estáis decidido a venir con nosotros a América? -preguntó Picaporte. -Sí -respondió Fix apretando los dientes. -¡Enhorabuena! --exclamó Picaporte soltando una ruidosa carcajada-. Bien sabía yo que no podríais separaros de nosotros. ¡Venid a tomar vuestro pasaje, venid! Y ambos entraron en el despacho de los transportes marítimos, tomando camarotes para cuatro personas; pero el empleado les advirtió que estando concluídas las reparaciones del "Carnatic" se marcharía éste aquella misma noche a las ocho, y no al siguiente día como se había anunciado. -Muy bien --exclamó Picaporte --esto no vendrá mal a mi amo. Voy a avisarle. En aquel momento, Fix tomó una resolución extrema. Resolvió decírselo todo a Picaporte. Era éste el único medio de retener a Phileas Fogg durante algunos días en Hong-Kong Al salir del despacho, Fix ofreció a su companero convidarlo en una taberna. Picaporte tenía tiempo, y aceptó el convite. Habí H[