Y yendo hacia el elefante le ofreció algunos terrones de azúcar, diciendo:
-¡Toma, Kiouni, toma, toma!
El elefante exhaló algunos gruííidos de satisfacción, y luego tomó a Picaporte por la cintura
y lo levantó hasta la altura de su cabeza. Picaporte, sin asustarse, hizo una caricia al animal
que lo volvió a dejar suavemente en tierra, y al apretón de trompa del honrado Kiouni
respondió un apretón de manos del honrado mozo.
Algunos instantes después, Phileas Fogg, sir Francis Cromariy y Picaporte, instalados en un
confortable vagón, ctiyo mejor asiento X