convienen para las luchas de los circos, son muy solicitados. Estos animales no se reproducen
sino raras veces cuando están domesticados, de tal suerte, que solamente pueden obtenerlos
cazándolos. Por eso están muy cuidados; y cuando mister Fogg preguntó al indio si quería
alquilarle su elefante, el indio se negó a ello resueltamente.
Fogg insistió y ofreció un precio excesivo por el animal, diez libras por hora. Denegación.
¿Veinte libras? Denegación también. ¿Cuarenta libras? Siempre la misma denegación.
Picaporte brincaba a cada puja. Pero el indio no se dejaba tentar.
Era una buena suma, sin embargo. Suponiendo que el elefante echase quince horas hasta
Allahabad, eran seiscientas libras lo que producía para su dueño.
Phileas Fogg, sin acalorarse, propuso entonces la compra del animal y le ofreció mil libras.
El indio no quería vender. Tal vez el perillán olfateaba un buen negocio.
Sir Francis Cromarty llevó a mister Fogg aparte y le recomendó que reflexionase antes de
excederse Phileas Fogg respondió a su compañero que no tenía costumbre de obrar sin
reflexión, que se