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de una fotografía depositada en los archivos del Reform-Club. Ciertos gentlemen se atrevían a decir: "¿Y por qué no había de suceder? Cosas más extraordinarias se han visto". Estos solían ser los lectores del "Daily-Telegraph". Pero pronto se advirtió que hasta este mismo periódico empezaba a enfriarse. En efecto, un largo artículo publicado el 7 de octubre en el "Boletín de la Sociedad de Geografía", trató la cuestión desde todos los aspectos y demostró claramente la locura de la empresa. Según este artículo, el viajero lo tenía todo en contra suya, obstáculos humanos, obstáculos naturales. Para que pudiese tener éxito el proyecto, era necesario admitir una concordancia maravillosa en las horas de llegada y de salida, concordancia que no existía ni podía existir. En Europa, donde las distancias son relativamente cortas, se puede en rigor contar con que los trenes llegarán a hora fija; pero cuando tardan tres días en atravesar la India y siete en cruzar los Estados Unidos, ¿podían fundarse sobre su exactitud los elementos de semejante problema? ¿Y los contratiempos de máquinas, los descarrilamientos, los choques, los temporales, la acumulación de nieves? ¿No parecía presentarse todo contra Phileas Fogg? ¿Acaso en los vapores no podrían encontrarse durante el invierno expuesto a los vientos o a las brumas? ¿Es quizá cosa extraña que los más rápidos andadores de las líneas transoceánicas experimenten retrasos de dos y tres días? Y bastaba con un solo retraso, con uno solo, para que la cadena de las comunicaciones sufriese una ruptura irreparable. Si Phileas Fogg faltaba, aunque tan sólo