miseria que he soportado, consumiéndome bajo pasiones impotentes. Pues, aunque destruía sus
esperanzas, no por ello satisfacía mis propios deseos, que seguían ardientes e insatisfechos. Seguía
necesitando amor y compañía y continuaban rechazándome. ¿No era esto injusto? ¿Soy yo el único
criminal, cuando toda la raza humana ha pecado contra mí? ¿Por qué no odia usted a Félix, que
arrojó de su casa, asqueado, a su amigo? ¿Por qué no maldice al campesino que intentó matar a
quien acababa de salvar a su hija? Pero estos son seres virtuosos y puros. Yo, el infeliz, el proscrito,
soy el aborto, creado para que lo pateen, lo golpeen, lo rechacen. Incluso ahora me arde la sangre
bajo el recuerdo de esta injusticia.
»Pero es cierto que soy despreciable. He asesinado lo hermoso y lo indefenso; he estrangulado a
inocentes mientras dormían, y he oprimido con mis manos la garganta de alguien que jamás me había
dañado, ni a mí ni a ningún otro ser. He llevado a la desgracia a mi creador, ejemplo escogido de
todo cuanto hay digno de amor y admiración entre los hombres; lo he perseguido hasta convertirlo en
esta ruina. Ahí yace, pálido y entumecido por la muerte. Usted me odia; pero su repulsión no puede
igualar la que yo siento por mí mismo. Contemplo las manos con las que he llevado esto a cabo;
pienso en el corazón que concibió su ruina, y ansío que llegue el momento en que pueda mirarme a mí
mismo, y mis remordimientos no torturen más mi corazón.
»No tema, no volveré a cometer más crímenes. Mi tarea casi ha concluido. No se necesita su muerte
ni la de ningún otro hombre para consumar el drama de mi vida, y cumplir aquello que debe
cumplirse; sólo se requiere la mía. No piense que tardaré en llevar a cabo el sacrificio. Me alejaré de
su bajel en la balsa que me trajo hasta é1 y buscaré el punto más alejado y septentrional del
hemisferio; haré una pira funeraria, donde reduciré a cenizas este cuerpo miserable, para que mis
restos no le sugieran a algún curioso y desgraciado infeliz la idea de crear un ser semejante a mí.
Moriré. Dejaré de padecer la angustia que ahora me consume, y de ser la presa de sentimientos
insatisfechos e insaciables. Ha muerto aquel que me creó; y, cuando yo deje de existir, el recuerdo de
ambos desaparecerá pronto. Jamás volveré a ver el sol, ni las estrellas, ni a sentir el viento
acariciarme las mejillas. Desaparecerán la luz, las sensaciones, los sentimientos; y entonces
encontraré la felicidad. Hace algunos años, cuando por primera vez se abrieron ante mí las imágenes
que este mundo ofrece, cuando notaba la alegre calidez, del verano, y oía el murmullo de las hojas y
el trinar de los pájaros, cosas que lo fueron todo para mí, hubiera llorado de pensar en morir; ahora
es mi único consuelo. Infectado por mis crímenes, y destrozado por el remordimiento, ¿dónde sino en
la muerte puedo hallar reposo?
»¡Adiós! Lo abandono. Usted será el último hombre que vean mis ojos. ¡Adiós, Frankenstein! Si
aún estuvieras vivo, y mantuvieras el deseo de satisfacer en mí tu venganza, mejor la satisfarías
dejándome vivir que dándome muerte. Pero no fue así; buscaste mi aniquilación para que no pudiera
cometer más atrocidades; mas si, de forma desconocida para mí, aún no has dejado del todo de
pensar y de sentir, sabe que para aumentar mi desgracia no debieras desear mi muerte. Destrozado
como te hallabas, mis sufrimientos eran superiores a los tuyos, pues el zarpazo del remordimiento no
dejará de hurgar en mis heridas hasta que la muerte las cierre para siempre.
»Pero pronto exclamó, con solemne y triste entusiasmo–– moriré, y lo que ahora siento ya no
durará mucho. Pronto cesará este fuego abrasador. Subiré triunfante a mi pira funeraria, y exultaré
de júbilo en la agonía de las llamas. Se apagará el reflejo del fuego, y el viento esparcirá mis ceni zas
por el mar. Mi espíritu descansará en paz; o, si es que puede seguir pensando, no lo hará de esta
manera. Adiós.
Con estas palabras saltó por la ventana del camarote a la balsa que flotaba junto al barco. Pronto
las olas lo alejaron, y se perdió en la distancia y en la oscuridad.
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