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Caballo de Troya J. J. Benítez ¡Qué equivocado estaba! Mis angustias no terminaron con el rescate del diario del mayor. Fue a partir de la lectura de aquellos documentos cuando mi espíritu se vio envuelto en toda suerte de dudas... Durante dos años, siempre en el más impenetrable de los silencios, be desplegado mil diligencias para intentar confirmar la veracidad de cuanto dejó escrito el fallecido piloto de la USAF. Sin embargo -a pesar de mis esfuerzos-, poco he conseguido. La naturaleza del proyecto resulta tan fantástica que, suponiendo que haya sido cierto, la losa del «alto secreto» lo ha sepultado, haciéndolo inaccesible. Algo a lo que soviéticos y norteamericanos -dicho sea de paso- nos tienen muy acostumbrados desde que se empeñaron en la loca carrera armamentista. No hace falta ser un lince para comprender que, tanto en la conquista del espacio como en el desarrollo del potencial bélico, unos y otros ocultan buena parte de la verdad y -lo que es peor- no sienten el menor pudor a la hora de mentir y desmentir. Tampoco es de extrañar, por tanto, que haya caído una cortina de hierro sobre el proyecto que relata el mayor en su legado. En el presente trabajo he llevado a cabo la transcripción -lo más fiel posible- de los primeros 350 folios del total de 500 que contenían ambos cilindros. Aunque no voy a desvelar por el momento el contenido del resto del proyecto, puedo adelantar -eso sí- que responde a un denominador común: «un gran viaje», tal y como los define el propio mayor. Un «viaje» que haría palidecer a Julio Verne... No soy tan necio, por supuesto, como para creer que con el hallazgo y posterior traslado de estos documentos fuera de los Estados Unidos han desaparecido los riesgos. Al contrarío. Es precisamente ahora, con motivo de su salto a la luz pública, cuando los servicios de Inteligencia pueden «estrechar» su cerco en torno a este inconsciente periodista. Es un peligro que asumo, no sin cierta preocupación... Pero, como hombre prevenido vale por dos, después de una fría valoración del asunto, yo también he tomado ciertas «precauciones». Una de ellas -la más importante, sin duda- ha sido depositar los originales del mencionado proyecto en una caja de seguridad de un banco, a nombre de mi editor, José Manuel Lara. En el supuesto de que yo fuera «eliminado», la citada documentación sería publicada ipso facto. Naturalmente, nada más pisar España, una de mis primeras preocupaciones -amén de poner a buen recaudo ambas documentaciones originales- fue fotocopiar, por duplicado, los 500 folios que había sacado de Washington. Con el fin de evitar en lo posible el riesgo de «desaparición» de dicho diario, una de las reproducciones ha sido guardada -junto con los documentos oficiales que me fueron entregados en 1976 por el entonces general jefe del Estado Mayor del Aire, don Felipe Galarza 1- en otra caja de seguridad, a nombre de un viejo y leal amigo, residente en una ciudad costera española. A lo largo de estos dos años, como digo, y tras conocer el «testamento» del mayor, he llevado a cabo numerosas consultas -especialmente con científicos y médicos- intentando esclarecer, cuando menos, la parte de ficción que destilan ambos «viajes». Vaya por delante -y en honor a la verdad- que los primeros se han mostrado escépticos en cuanto a la posibilidad de materialización de semejante proyecto. A pesar de ello, y antes de pasar al diario propiamente dicho, quiero dejar sentado que mi obligación como periodista empieza y concluye precisamente con la obtención y difusión de la noticia. Será el lector -y quién sabe silos hombres del futuro, como ocurrió con Julio Verne- quien deberá sacar sus propias conclusiones y otorgar o retirar su confianza a cuanto encuentre en las próximas páginas. 1 Estos trescientos folios forman parte de doce investigaciones secretas de la Fuerza Aérea Española sobre otros tantos casos de ovnis en España. Han sido publicados en el libro Ovnis: Documentos oficiales de¡ Gobierno español 36