Caballo de Troya
J. J. Benítez
definitiva, las mermas en la capacidad vital, volumen residual y «TLC» o capacidad pulmonar
total habían provocado en Jesús la formación del llamado «pulmón pequeño». Por descontado,
el incremento de la frecuencia respiratoria -por encima, incluso, de las 40 respiraciones por
minuto- sólo permitía una pobre aireación de los llamados «espacios muertos»: boca, tráquea,
etc., resultando muy poco efectiva a la hora de transportar oxígeno a los alvéolos pulmonares.
Y, consecuentemente, la hipoventilación que se derivaba de la existencia del «pulmón
pequeño» arrastró de inmediato el incremento del C02 o anhídrido carbónico, que contribuyó a
un progresivo envenenamiento e intoxicación del rabí. Esta alta dosificación de C02 no tardaría
en deprimir el sistema nervioso central. Caballo de Troya estimó que el aumento de anhídrido
carbónico había alcanzado valores superiores a los 50-60 mmg de presión a los 30 minutos de
haber sido colgado en la cruz. El aumento del PaCO2 opresión arterial del anhídrido carbónico
tuvo, sin embargo, una repercusión que podríamos calificar como «relativamente beneficiosa»
para el Nazareno: al multiplicarse la presencia de este tóxico, el organismo de Jesús entró en
una fase de adormecimiento que, sin duda, hizo más «llevadero» el tormento.
-14.45 horas...
La baja saturación de oxígeno en hemoglobina estimuló una vez más el instinto de
supervivencia del Maestro. E izándose de nuevo sobre los clavos de las muñecas aspiró la que
sería su penúltima bocanada de air